No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo. Oscar Wilde

domingo, 28 de junio de 2009

DE NOCHE

Respirar los olores del poso de la casa,
y mirar los cuadros que trepan por las paredes.
Amar los libros que ocupan los muebles,
abrir y cerrar los claroscuros del dormitorio.
Soltar la música por las ventanas mudas,
cuando tristezas y alegrías acompañan a las sillas.

Aquellas sombras y desvelos sobre el escritorio,
adornan flores de acanto, la cristalería en contraste,
con el azul porcelana china de la vajilla.
Y me habla despacio.

Y me abriga, y me recoge en su regazo.
En la soledad del sillón me siento,
bajo la luz blanquecina del farol.
Y no me duermo.

4 comentarios:

  1. Me encanta este poema, de verdad. Es el canto a lo cotidiano, a lo que nos rodea y a veces no sabemos que amamos, hasta que estamos despojados de nuestras cosas.
    Beato sillón,
    la casa corrobora tu presencia
    con la vaga intermitencia
    de tu invocación en masa
    a la memoria...
    Decía Jorge Guillén, uno de mis poetas preferidos.
    Y ahora lo dices tu.

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  2. La casualidad... dentro de un rato tengo que ponerme a escribir un texto sobre "La casa", para entregar mañana a un pintor. Me ha encantado, y si no te importa, me sirve de inspiración. No, no lo copio, sólo me acompaña en el recuerdo, ese canto a la cotidianeidad, como dice Rosa.

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  3. ¡¡¡Cómo me gustan vuestras visitas amigas!!! BESICOS.

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  4. Y ese escribir tan "ajustado" en el que "noche" y texto se confunden en "áurea mediócritas" placentera y lenta, sopor, descanso y canto.

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