No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo. Oscar Wilde

sábado, 16 de octubre de 2010




En el mirador del salón de tu casa de grandes ventanales con visillos de lino color pastel, que producen una luz tenue y apacible, te encuentras sumida en una profunda tristeza sentada en tu confortable sillón, lecho de fantasías sin futuro, de ilusiones rotas, por tu dolor intenso -ahora y siempre-. Alberga esta pieza, tu favorita, un escritorio de nogal herencia de tu padre, con muchos apartados e innumerables cajones de diversos tamaños donde están depositados de manera pulcra y ordenada, todos y cuantos objetos habías ido guardando con el paso de los años y el acontecer de tu vida. La estancia de estilo sobrio y acogedor contiene también una gran estantería llena de libros de todos los géneros y estilos literarios, de primeras ediciones de ferias de ocasión, cada balda adornada con pequeños tiestos con plantas de flores diminutas de color rojo pasión, violetas de morado púrpura y otras de amarillo intenso. En la pared una reproducción de "El Grito" de E. Münch, símbolo de tantas cosas vividas, que habías traído de aquel viaje a Oslo durante el ecuador universitario, enmarcado en madera de marquetería, que ha sido el talismán de tu existencia. Fue una nueva forma de pensar, de vivir de actuar y la recarga de tantas ilusiones, esperanzas y proyectos.
De aquel viaje volviste llena como la luna llena de enero, que luce más que ninguna otra luna. Se te notaba en la cara y hasta en el andar. Te enriqueció en lo personal, en lo intelectual, en lo político, en lo social y qué de forma totalmente inesperada te hizo descubrir todos los placeres que producen felicidad, alegría, entusiasmo. Fue en el museo,¿ te acuerdas? cuando delante de aquel cuadro un compañero de viaje, con lenguaje ágil, fácil y muy resuelto, algo inusitado para ti te dio toda clase de explicaciones sobre el estilo, la forma y el color, además de contarte con todo tipo de detalles la intención que motivó al pintor de aquella magnifica obra. No recordabas Adela haber intercambiado antes palabra con Ignacio lo conocías y nada más. Las aulas de la Facultad eran muy grandes y estaban masificadas. A partir de ese momento estuvisteis juntos todo el tiempo, visitando la ciudad, alegres e ilusionados pateando las calles, y comprando libros que él te recomendaba con apasionado interés. Fue cuando estabais visitando el barrio cuna del movimiento bohemio e impregnados de su pensamiento y teorías decidisteis tomar algo en la terraza de un bar. Entonces un fotógrafo ambulante consiguió la instantánea de aquel primer beso, envueltos entre las trencas de paño y las largas bufandas de lana inglesa, que abrigaban la pasión e impedían traspasar el frío de aquella mañana de la primavera nórdica.
A la vuelta todo lo hacíais en común: participar en movimientos universitarios, durante el curso trabajar y estudiar, y en el verano viajar con Inter-raíl para conocer las ciudades más bohemias de la Europa de los años sesenta. Viviste en libertad tus sentimientos más íntimos disfrutando de tu juventud y atrevimiento de manera exultante.
Ahora, absorta en los recuerdos, notas cómo una lágrima recorre tu mejilla deslizándose hacia la comisura de tus labios. Te levantas; apartas el visillo del ventanal. Miras: está lloviendo. Tus lágrimas empiezan a fluir por la cara como las gotas de lluvia sobre los cristales.
Después del último verano Ignacio se trasladó al Sur de Francia con una beca. Conseguiste la plaza de la Biblioteca Nacional y has vivido con los libros y para los libros siempre. Sin duda alguna ha sido tu terapia para la supervivencia.
Tú te quedaste con la lámina; él se llevó la foto. Sabías que jamás lo volverías a ver.

10 comentarios:

  1. Encontrado en un cuaderno de hojas amarillentas que huelen a viejo...
    Un poco largo, pero mañana es sábado...Bueno ya es sábado.

    ResponderEliminar
  2. No me ha importado trasnochar para leer tu relato, ha merecido la pena, mañana es sábado... Bueno, ya es sábado.

    Me he dejado llevar por él, me has conducido por la historia de Adela sentada en su mirador y llena de nostalgia.

    Besicos, mi niña

    ResponderEliminar
  3. En pocas líneas has trazado el perfil psicológico de Adela, sus recuerdos, sus nostalgias.
    Ella se quedó con "El grito", con los libros, aunque su mente vague de vez en cuando por los parajes perdidos y aún amados de su juventud.

    Precioso, Carmen. Creo que es de lo mejor que te he leído hasta ahora.
    Tiene fuerza, el tono adecuado y una perspectiva que me ha gustado mucho.

    Besicos.

    ResponderEliminar
  4. En primer lugar decir que la segunda persona, a parte de lo intimista en sí del relato, le confiere al mismo ese perfume dulce propio de la nostalgia, y que no sólo se acrecentó con el tiempo, sino que, por no haber culmminado bien la historia, lo hizo si cabe doblemente añorado. ¿Y qué decir del párrafo final "Tú te quedaste con la lámina; él se llevó la foto?" Toda una magistral síntesis que por ella sola se basta.

    ResponderEliminar
  5. Un maravilloso cuento, lleno de nostalgia y tristeza.

    Quizás los libros, tan importantes en nuestras vidas, no pueden sustituir otros sentimientos.

    Besos.

    ResponderEliminar
  6. "...aquel primer beso, envueltos entre las trencas de paño y las largas bufandas de lana inglesa, que abrigaban la pasión e impedían traspasar el frío de aquella mañana de la primavera nórdica."

    Al leerlo, me ha mordido la nostalgia. Me has removido.
    Este texto lo has escrito rodeada de todo el coro de Apolo.

    Besicos y no dejes de escribir.

    ResponderEliminar
  7. Me fascinan los relatos sobre los recuerdos de lo que pudo ser y no fue. De todo lo que ocurrió y de como pudo haber ocurrido si en lugar de...
    Precioso tu relato.
    Esa casa la conozco. La tengo en mi mente. Trataré de situarla.

    ResponderEliminar
  8. Hola Mari Carmen. En primer lugar me encanta el ambiente que recreas en la casa, la luz, las maderas, el balcón,los libros, dan ganas de quedarse.
    El primer amor siempre se recuerda, y el noventa por ciento de las veces con alguna lágrima como la lluvia.
    Lo has escrito muy bien. Besos.

    ResponderEliminar
  9. Ay, señor, que yo esperaba otro final. Feliz. Es que estoy muy sensible últimamente, y yo quería que esa casa fuera la de los dos, la de los dos tús, pero, en fin, las cosas no van a ser como yo quiero sino como quiera la mente creadora. Así es melancólico, como la misma vida. Me parece que escribes cada vez mejor. Aunque esté en un cuaderno viejo, algo le habrás hecho para que resulte tan bien. O lo del cuaderno... ¿es un truco de escritora?

    ResponderEliminar
  10. ¡Claro! Que torpe soy. Lo que ocurre que teniendo enfrente esa maravilla de las cadenas a la pobre casi siempre le doy la espalda.
    Ya sabes que una de mis pasiones, casi la mayor, son las casas y esta es de la que merecen verse (no como otra que tú y yo sabemos)
    Gracias envueltas en un abrazo

    ResponderEliminar