No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo. Oscar Wilde

domingo, 8 de mayo de 2011

LA CERRADURA

Empezaron a llegar a la casa familiar el día antes de la fecha señalada, todos querían acompañar a la madre en el primer aniversario. Aquella ciudad, pequeña y conservadora donde habían nacido, mantenía la rancia costumbre de celebrar al cabo de un año, ceremonia religiosa en memoria del finado.
Por la noche salieron a cenar por el casco antiguo. Ahora, Mario vive en el extranjero, Cruz, en el norte y María, la pequeña se ha independizado. Querían charlar y pasear por la ciudad de su infancia. Habían dejado a mamá en casa, una vivienda de techos altos y puertas antiguas de preciada madera de Canadá, haciendo un repaso telefónico a las amigas, a modo de recordatorio del evento venidero.
Al volver, con la emoción de la jornada, no se percataron de algo que siempre habían tenido en cuenta. Olvidaron por completo que la puerta principal, seguía teniendo el mismo problema desde que eran pequeños. Nunca ésta puerta debería ser cerrada con llave, pero ellos y sus respectivas parejas venían muy contentos por el reencuentro y charlaban animada y alegremente. El último en entrar fue el inglés, en la casa y en la familia. Así que al cruzar el umbral, no dudó en cerrar con llave. Era ya bastante tarde y todos se fueron a dormir.
A la mañana siguiente, un grito de Elena los hizo salir de entre las sábanas, con mucha precipitación y bastante desasosiego. No sabían que pasaba, no entendían nada; al llegar al salón y ver el llanto de desesperación de la madre que gemía sin cesar y se lamentaba de lo ocurrido. No podrían ir a la celebración de iglesia en recuerdo de su marido, faltaba menos de una hora y nadie les podría rescatar de allí, a no ser que avisaran a los bomberos. La vieja puerta se había quedado cerrada con doble vuelta la noche anterior. Esto era algo que siempre había pasado, pero en otro tiempo; siempre con la llave maestra de papá se abría.
El extinto, jamás quiso arreglarla aduciendo de la nobleza de la madera, y aún permanecía de este modo; era como un legado, una herencia, a la que la madre no estaba dispuesta a renunciar.
Mientras la viuda se lamentaba por el qué dirán, de amigos y vecinos, los hijos reían y lloraban a la vez ante la grotesca situación creada por un despiste; imaginando la iglesia llena de gente y la familia directa del difunto encerrada en su propia casa.
No asistieron al acto, los bomberos abrieron la puerta con una tarjeta de crédito al cabo de una hora. Estuvieron charlando y evocando al padre, contando anécdotas y ocurrencias, todas muy particulares y características de aquel cariñoso cascarrabias que llevaba sus especiales manías a extremos insospechados. Afortunadamente, todas las que padecía y ellos sufrían eran de aplicación casera y familiar y no afectaban a nada físico. Todos recordaron al tío Hilario –su hermano- que era tuerto de un ojo y cuando tuvo el primer hijo, éste tuvo la mala suerte de torcer la mirada. El padre se puso tan contento de que su niño tuviera la misma bizquera y jamás le trataron el estrabismo. Quedaría para siempre bizco como marca familiar. Rieron por éstas y otras manías de la rama familiar paterna, alegrándose en parte de haberse quedado encerrados por unas horas.
Se dirigieron a la iglesia, pero ya no quedaba rastro de los amigos y familiares. Estaba cerrada a cal y canto. Sólo se encontraron con el hijo del tío Hilario que al verlo se les escapó una sonora carcajada; dejando al primo boquiabierto y perplejo. Le contaron lo sucedido y todos y el pariente rieron satisfechos
Después en su recuerdo fueron a tomar el aperitivo al bar de costumbre, (donde iba el padre) el que está en una esquina de la Plaza Mayor. La frase que más se repitió a lo largo del día, fue la que de vez en cuando todos coreaban: “mamá arregla la cerradura.” Y la madre recuperó la sonrisa.

Para ti, Amparo

15 comentarios:

  1. Este relato tiene un par de años, espero que os guste. Con él inauguro mi nuevo estilo bloguero.
    Tenía muchas ganas de cambiar la plantilla para que los textos quedaran más amplios. Estoy muy contenta de esta nueva hazaña tecnológica, haber hecho cambios (con un poquito de ayuda) para mi es eso, toda una hazaña.

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  2. Se cierran puertas hoy, pero mañana no te imaginas lo que siente, pero digo en primer persona. Besos

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  3. ¡que bonito relato¡ tiene encanto,gracias por compartirlo
    Mari Carmen,tenemos en común las procesiones de los Salcillos, los buenos aperitivo,los "calderos" del" Mosqui" y el mar Menor, por que yo también soy de Murcia y amo esta tierra.Un beso

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  4. Nuevo formato, así en plan cinemascope que dé cabida a grandes historias como la que nos traes, con esos bomberos abriendo la puerta con una tarjeta como vulgares chorizos.
    Un saludo.

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  5. Qué bonito Mari Carmen, me encantó. Dicen que no hay mal que por bien no venga, ellos recordaron y disfrutaron de la figura del padre. El blog perfecto. Muchos besos.

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  6. Lo de el tío Hilario de no tratarle la bizquera al niño para que se pareciera a él me mató :D, creo que el recuerdo al padre fue mucho más bonito así. Un besico, Cabopá

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  7. Veo que estás hecha una experta bloguera cambiando formatos y haciendo ir de un link a otro. Te ha quedado muy chulo.

    Una deliciosa historia familiar, Marycarmen.

    Nunca cierro con llave cuando estoy dentro de casa, ni de noche, una de mis manías, tengo unas cuantas que espero que sirvan para echarse unas risas cuando me recuerden.

    Besicos,

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  8. Me gusta mucho tu nueva ventana Mari Carmen, el relato aunque tenga dos años está totalmente vigente, lleno de frescura y simpatía.
    La foto genial, me encanta tu Cabopá.
    ¡Has triunfado con tu nueva hazaña!
    Un abrazo fuerte amiga.

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  9. Un bonito relato. A mí tampoco me gusta cerrar con llave cuando estoy dentro. ¡Felicidades por el nuevo diseño del blog, te ha quedado muy bien!
    Un abrazo.

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  10. Me gusta el nuevo diseño. ¿Qué no sabes hacer, nenica? Escribes, fotografías y para redondear experimentas con las ondas hertzianas.

    Lo del tío Hilario es genial y el relato muy evocador. Todos tenemos recuerdos parecidos de nuestros mayores, manías de cascarrabias.

    Besicos.

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  11. Que se acaba la batería....
    Tu profe...

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  12. ¿Precioso el formato! y precioso el relato, vaya imaginación, yo en textos cortos me defiendo con mucha dificultad, jajaja, lo mío es el largo recorrido.
    Te felicito por la "fazaña" tecnológica, yo estoy esperando tener un rato libre que coincida con otro rato libre de Juan, mi hijo el que te presenté en Alguazas, para hacer algo semejante. Es una cosa que me está ofreciendo él hace tiempo, pero...eso...el tiempo jajaja
    vamos a uña de caballo, si yo te contara...
    ¡Anuncia tus premios! Si de todas maneras son públicos, ¿qué es eso de que te da vergüenza? ¡Como para avergonzarse es el haber sido premmiada nada menos que en Molina de Segura! ¡ya quisiera yo!
    Un besico

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  13. Buena historia para abrir una nueva etapa.
    Me haces sonreír, querida chica.
    Muchos besos

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  14. Bonito relato.A los que faltan hay que recordarlos en donde se encontraban mejor,en este caso en los bares,como debe de ser,y no en las iglesias.......

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  15. La vida está llena de esos pequeños detalles, insignificantes y a veces hasta desagradables, pero tan entrañables como el caso que cuentas, que merece la pena el poder aún recordarlo.

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