No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo. Oscar Wilde

sábado, 24 de noviembre de 2012

Y...


de repente empezó a escribir y no podía parar. Las palabras se le agolpaban en el ático de los pensamientos, fluían como un baile de letras en un salón donde aparecían las más cotidianas, ella sólo podía con las últimas que danzaban a su alrededor. Chocaban con las cristaleras de las ventanas, querían salir de aquel edificio pero no podían, daban vueltas y vueltas sobre la cabeza, los hombros los brazos y al llegar a las manos se posaban como una paloma a la que se le está echando de comer y acude al olor del maíz.
Se encontró de pronto como una peonza dando vueltas entre aquellas que se le escapaban por la puerta trasera. Las palabras olvidadas le rondaban sobre las orejas, pero no las podía sujetar con el sentido del oído, mientras los ojos, intentaban retener el significado. Otras las más usadas abrieron una puerta que llevaba a otra estancia y esperaron pacientemente su turno.
En el callejón de la esquina había un contenedor de basura, emitía sonidos con silabas susurrantes, que, desesperadas habían ido a parar allí.
No entendía lo que le estaba pasando, jamás se había sentido así. Abrió una ventana de cristales viejos, enormes, sucios, abandonados; asomó la cara para respirar aire fresco y sintió que se las arrebataban de un tirón.
Se quedó parada mirando a la calle e intentó tranquilizarse, utilizó aquello que tanto hacía de pequeña cuando paseaba con su padre por la vieja ciudad de su infancia; no era otra cosa que leer, leer, cualquier letrero que encontrara, de un comercio o un anuncio de cualquier festejo. No era su ciudad como las de ahora, donde la información es abundante y  muy compleja, llena de estridentes carteles que te hablan de todo.
Una vez serena se sentó en un sillón, abrió su libreta y empezó de nuevo a escribir. Las palabras iban aumentando sobre el cuaderno como gotas de lluvia que arrecia sobre el suelo, así con su cuaderno en la mano, pasaba las hojas llenas de sentido. Todo era apacible, sereno. No levantaba la cabeza de aquel papel de colores unido por una espiral de alambre, una cosa tan sencilla le hacía sentirse bien. No se necesita tanto para ser feliz… de repente se asomó por la ventana, dio las buenas noches al día, no soñaba.

12 comentarios:

  1. Cabopá me gustan esas palabras llegando a sus manos como palomas, es una imagen preciosa.

    Buenos días de sábado desde el aire

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  2. Bonita historia llena de palabras nos dejas hoy en tu entrada Cabopá, regaladora de imágenes, también en tus letras nos las dejas entrever, en las que las letras vuelen como palomas y revolotean por todos lados como mariposas.

    Me gustó mucho. Besos.

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  3. Cuánto me ha alegrado leer que la protagonista no soñaba. Pues en cada historia, los protagonistas somos nosotros y sentimos sus vidas, sus desdichas o placeres como propios. Tú nos has contagiado esa vida que cuentas con imágenes tan cercanas, tan sensitivas.
    Gracias, Cabopá por tus letras, por hablarnos así.

    Un beso festivo, un beso de sábado (son los mejores:-)

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  4. Un relato entretenido y bien narrado, me gusta mucho. Un abrazo

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  5. ... y se posaron todas las palabras en tus manos en forma de inquietas palomas y allí anidaron para dar vida a tu historia...

    Un abrazo, Carmencica.

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  6. Un texto de gran profundidad reflexiva, Cabopá, que nos envuelve en imágenes y que nos lleva a la instropección, a buscar hacia dónde van nuestras palabras.

    Un abrazo,

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  7. Cuando consigues abrir a las palabras la puerta del ático y descienden hasta los últimos escalones de tus manos y las guías hasta el portal de tu libreta, las entrelazas en frases tan musicales que logras un relato con una melodía preciosa.
    Un beso

    Pdt: A veces mi edificio se queda tan vacío que hasta desaparecen las palabras de los buzones.

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  8. El poder de la palabra junto a la decisión de seguir siempre adelante.
    Un beso grande, Cabopá.

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  9. Cuántas veces se nos llena la cabeza de palabras y es necesario pararlas antes de poder escribirlas siquiera.
    Un abracito

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  10. Y es que no hay nada como la escritura para: -aplacar, -sujetar, -amainar, -acallar, -escuchar... a las palabras ensordecedoras que en desbandadas nos despendolan por dentro. ¡Ay si yo hubiese leído este relato antes, no estaría ahora tan confuso ante tanta babel incontrolada!

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  11. La magia que rodea el milagro de la creación.
    Un saludo.

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  12. Me gusta verte jugar con las palabras tanto como con las imágenes.

    Un abrazo

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