Silvia todas las noches le habla
al oído. Mientras, él duerme plácidamente como un bebé recién bañado. Se acerca
entre las sábanas, se pega cuerpo a cuerpo y la tela estampada cambia de color.
En esta fotografía nocturna, la Luna se asoma entre los visillos de la ventana,
dejando pasar la luz que refulge en la bóveda del mundo. En el interior de la
casa las candelas están apagadas hace rato; las palabras se despiertan cercanas
y suaves entre las sábanas de colores cálidos, se fusionan en un caleidoscopio
muy singular y fácilmente reconocible.
Por la mañana, los rayos de sol iluminan sus facciones en un
gozoso despertar. Nota como la cara se le templa. Abre los ojos se da la
vuelta, extiende los brazos. Piensa los colores del día. Dando un salto se pone
en pie. De fondo suenan las noticias en la cocina, se oyen sonidos conocidos.
Camina por el pasillo flotando entre los versos que le
rondan desde la madrugada y llega hasta allí, donde el exprimidor gira y suelta
el zumo de una naranja fresca que, huele a recién cogida. Se acerca por detrás y besa la nuca de quién está
preparando el elixir que la despierta cada mañana.
Un relato de 2010