No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo. Oscar Wilde

sábado, 8 de agosto de 2020

LA CERTEZA

 


Un viaje empieza cuando lo piensas, cuando lo planeas. Si se suspende queda en la caja de los zapatos cómodos que compraste para deambular por las calles de la ciudad que de momento, no visitarás. Sus vacaciones este año iban a ser a una ciudad del norte y con mar, donde las temperaturas son agradables por el día y por la noche hace falta una rebeca de hilo.

En este verano de distancia social obligatoria, Manuela lo tuvo claro, el trayecto sería de corto recorrido. No haría falta un gran equipaje, solo una maleta pequeña y mucha ilusión. Un apartamento en la costa cercana estaría bien: disfrutar de los paseos, con sombrero y mascarilla, al sol y a la sombra de los días. Sonreír con la mirada y saludar con distancia, si te reconocen por la voz, al dar los buenos días. Tomar un café o un helado frente al puerto y ver a los pescadores llegar con la pesquera de la noche. Tatarear una canción con el tintineo de los palos de los barcos. Mientras las gaviotas revolotean.

Como cualquier otro verano se llenarán de luz las mañanas, a pesar de las tristezas y los miedos, porque los vientos no son demasiado apacibles. Soplan tempestades. Consuela el mar calmo y azul y la algarabía de los niños en la playa. Las palmeras del paseo parecen dibujadas en su preñado dorado.

El viaje existirá diario y de distancias cortas, como ir a la pescadería, comprar unas buenas gambas hacerlas a la plancha en tu cocina y tomarlas en tu terraza con un buen vino blanco. A la hora del aperitivo. Recorrer las calas y disfrutar del mar y la naturaleza, la pinada tiene esa fragancia que cautiva. Todos de ida y vuelta, como los trenes de cercanías. Madrugar para ver amanecer porque el sol sale espectacular durante la canícula. Siempre merece la pena el madrugón.

Viajar, leyendo un buen libro, qué mejor viaje sin moverte del sillón. Placentero. Ahí el horizonte es infinito. Todo son imágenes que encuentras sin moverte de la terraza. O debajo de la sombrilla en la silleta de playa, al leer se puede llegar hasta los mares de la Luna. Es fácil –se dice Manuela- percibir las sensaciones que en momentos como este se pueden llegar a alcanzar. La aventura está garantizada. Sin ningún esfuerzo.

Sin besos, sin abrazos, porque la situación obliga. Hay que reinventarse con un poco de magia, mirando la línea del horizonte y viajar con la imaginación. Fata Morgana Vivir el momento.

Observar todos los días cómo se va la tarde, cuando el mar se tiñe azafranado tras esconderse el sol entre los montes. Llegará la noche, esperará el día.  Puede que lleguen los tuyos. Sorpresa. Alegría.

Y ligera de equipaje en la terraza con un libro entre las manos, Manuela no tiene duda, el verano va a ser, el viaje está asegurado.

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Con este relato participo en ZENDA

#historiasdeviajes