Un viaje empieza cuando lo
piensas, cuando lo planeas. Si se suspende queda en la caja de los zapatos cómodos
que compraste para deambular por las calles de la ciudad que de momento, no
visitarás. Sus vacaciones este año iban a ser a una ciudad del norte y con mar,
donde las temperaturas son agradables por el día y por la noche hace falta una
rebeca de hilo.
En este verano de distancia
social obligatoria, Manuela lo tuvo claro, el trayecto sería de corto
recorrido. No haría falta un gran equipaje, solo una maleta pequeña y mucha
ilusión. Un apartamento en la costa cercana estaría bien: disfrutar de los
paseos, con sombrero y mascarilla, al sol y a la sombra de los días. Sonreír
con la mirada y saludar con distancia, si te reconocen por la voz, al dar los
buenos días. Tomar un café o un helado frente al puerto y ver a los pescadores
llegar con la pesquera de la noche. Tatarear una canción con el tintineo de los
palos de los barcos. Mientras las gaviotas revolotean.
Como cualquier otro verano se llenarán
de luz las mañanas, a pesar de las tristezas y los miedos, porque los vientos
no son demasiado apacibles. Soplan tempestades. Consuela el mar calmo y azul y
la algarabía de los niños en la playa. Las palmeras del paseo parecen dibujadas
en su preñado dorado.
El viaje existirá diario y de
distancias cortas, como ir a la pescadería, comprar unas buenas gambas hacerlas
a la plancha en tu cocina y tomarlas en tu terraza con un buen vino blanco. A
la hora del aperitivo. Recorrer las calas y disfrutar del mar y la naturaleza, la
pinada tiene esa fragancia que cautiva. Todos de ida y vuelta, como los trenes
de cercanías. Madrugar para ver amanecer porque el sol sale espectacular
durante la canícula. Siempre merece la pena el madrugón.
Viajar, leyendo un buen libro,
qué mejor viaje sin moverte del sillón. Placentero. Ahí el horizonte es
infinito. Todo son imágenes que encuentras sin moverte de la terraza. O debajo
de la sombrilla en la silleta de playa, al leer se puede llegar hasta los mares
de la Luna. Es fácil –se dice Manuela- percibir las sensaciones que en momentos
como este se pueden llegar a alcanzar. La aventura está garantizada. Sin ningún
esfuerzo.
Sin besos, sin abrazos, porque la
situación obliga. Hay que reinventarse con un poco de magia, mirando la línea
del horizonte y viajar con la imaginación. Fata
Morgana Vivir el momento.
Observar todos los días cómo se
va la tarde, cuando el mar se tiñe azafranado tras esconderse el sol entre los
montes. Llegará la noche, esperará el día. Puede que lleguen los tuyos. Sorpresa.
Alegría.
Y ligera de equipaje en la terraza
con un libro entre las manos, Manuela no tiene duda, el verano va a ser, el
viaje está asegurado.
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Con este relato participo en ZENDA
#historiasdeviajes
Buen relato!! Que tengas mucha suerte, amiga.
ResponderEliminarBesitos
Hermosas letras.
ResponderEliminarGracias, Merche y Miguel Angel
ResponderEliminar¡Qué bonito, Carmen! Qué paz y qué alegría. Comparto absolutamente tu mirada. Y me encanta la palabra "algarabía", luminosa y alegre, bulliciosa, vital. Gracias por este regalo de palabras con sabor a gambas y a mar <3
ResponderEliminarMuchísimas gracias, Charo por asomarte a mi ventana.
ResponderEliminarEste año estoy viajando hasta viajes pasados.
ResponderEliminarBonito relato.
Besos.
Hace mucho tiempo que no pasaba por acá, me ha encantado lo que escribes. Suerte con el concurso.
ResponderEliminarmucha suerte con el relato.
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