No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo. Oscar Wilde

martes, 18 de febrero de 2014

ASÍ ES FEBRERO





Ramas de almendro en febrero
color llamativo de los campos
No hay miradas despistadas
que la belleza ocupe
Así la naturaleza

jueves, 13 de febrero de 2014

POSTAL (Re-publicada)


      Esta postal es desde el tiempo rápido en el que transcurre el viaje en un tren de cercanías. Desde una ciudad cercana pero desconocida, donde el río a veces se mofa del agua, desde donde los árboles singulares son de París. 
       Donde el poeta murió en la cárcel y su huerto está donde estaba y la higuera sigue dando sus frutos.Y, el lavabo de la habitación espera que alguien se lave las manos. 
      Buscaré una toalla para esas manos que ya no pueden escribir. Donde parece que las cebollas se quitan la ropa, el limonero respira azahar, la morera cobija la sombra tras la puerta azul y parece que se abriera cuando llama el cabrero cuando llega cansado por las ideas acumuladas durante el pastoreo y lo espera su mujer hambrienta de caricias.
    Las palmeras de la plaza tañen con sus plumas vientos del pueblo. Y cuando los vecinos de dinamita visitan la tierra con abono de estiércol. 
    Cuando los amigos con nombre de arcángel se han ido muy temprano. Imagino que, Miguel anduvo los caminos hacia la huerta, el mar y las minas, visitando a sus amigos del alma, compañeros amigos, compañeros.
           P.D. El tiempo lo ha permitido. El café, los dulces conventuales y artesanos han sido un buen refrigerio.


A Joaquín Marín

miércoles, 5 de febrero de 2014

TERAPIA

Una tarde de niebla y de aceras mojadas por las finas gotas que la bruma desprende pasean tres mujeres contándose de todo un poco. Lo que están leyendo, los días repletos de tareas en la cocina después de unas fiestas que no son las que más le gustan; más bien, nada. Y sobre todo hablan y cuentan  sus desahogos personales, esos que nadie entiende, sólo ellas.
Paran frente a una zapatería y cada una de ellas se compra un par de zapatos, unas botas y otros de tacón fino. Nada nunca es casual, o sí. Las tres salieron del establecimiento con una gran bolsa colgada al  brazo. Después siguieron el paseo de la tarde, noche ya.
         -¿No tomamos una infusión?, dijo Ana
         -Mejor un vino para entrar en calor, respondió Lola.
 Elena, asintió a la última propuesta.
Caminando por las calles llenas de gente, afanadas en las rebajas. Ellas también, sin pretenderlo, sus bolsas  las delataban. Las calles por donde pasean son peatonales, la gente no lleva prisa, las plazas están a rebosar de personas que aguardan en las terrazas debajo de esos toldos infames con estufas de butano, enmascaradas, de diseños horribles, llenando el estómago o entreteniendo a los niños. Las rebajas son de las mujeres, está claro, eso parece. Ellos refunfuñan, luego se hacen los sorprendidos por las compras.
Las tres amigas van solas. No han salido de rebajas. Sólo pasear y charlar, aun no siendo ajenas a tales días. Hablan y comentan  sus cosas por las baldosas mojadas de gotas finas, como su amistad de muchos años, de deseos incumplidos, de sueños por soñar, de recuerdos de viajes por placer y de escapadas que todavía sin saber dónde ni cuándo harán.
Decidieron tomar un vino, finalmente en un local nuevo. El mundo de los hombres vuelve a estar en los bares. Los partidos de fútbol los llena. Todas las mesas reservadas. Queda una libre y allí se sientan. Antes, por la orilla de una calle estrecha, se topan con el energúmeno del día. Ellas, tan tranquilas, caminan; él, a su paso, dando un empellón a una de ellas y profiere gritando:
         -A ver si no ocupamos toda la acera-.
 La mujer que lo acompaña, cargada de bolsas, agacha la cabeza y pasa en silencio. Elena lo llama maleducado y él sigue con el mismo descaro a voz en grito. Hay gente que está enfadada con el mundo de forma continua. Comentan y se ríen de la situación, no sin estar indignadas a la vez,- la mujer que lo acompaña debe sufrirlo a diario-. Y eso se sabe sobradamente. No hace falta conocer a estos individuos de cerca.
En la “Cueva de la Ciencia”, donde están tomándose el vino, empiezan a llegar forofos. Ellas  han reído suficiente. La tapa ha sido contundente, y junto con el líquido burdeos la bruma de la noche no ha enturbiado las ideas. Hablan ahora de la próxima salida cuando aparecen en escena tres hombres de una edad similar a la de ellas.  
         -Buenas noches-, saludan.
Cuando Elena se levanta  uno de ellos le dice:
         -Cuánto tiempo-, Elena.
Se levantan los demás y  hablan amigablemente.
         - Ya, nos íbamos-, aluden ellas.
Al salir a la calle comentan la situación: ellos en el bar para ver el deporte del balón pie y ellas, antes y después de unas risas, se han comprado unos zapatos. Una de ellas dice:
         - Amigas… no me cabe duda; cada uno y cada cual siempre encuentra la horma de su zapato.
Ellos en el bar, ellas en sus casas. Cada uno con su tratamiento y no tiene por fuerza que ser facultativo.

A MªCarmen T. y Angeles H.