No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo. Oscar Wilde

jueves, 25 de junio de 2020

YA LLEGÓ EL VERANO

foto: Cabopá




Ya llegó el verano
Las mañanas en el Mar Menor son así, calmas y silenciosas. Todavía el sol se esconde entre las nubes y pronto encandilará con su presencia. Si el viento es de Levante alterará las tranquilas aguas, alterará el color y afectará posiblemente los sentimientos de muchas personas. El viento de Levante, a veces, es un poco turbador.  Hasta los sentidos se verán afectados por el viento del Este. Hoy hace un día apacible.

Quiero dejar aquí en esta ventana de expresión mi grito:
#SOSMarMenor #MarMenorVivo #SalvemoselMarMenor






sábado, 6 de junio de 2020

EL CUENTO DE LA MASCARILLA


Me presentaré primero, soy Mascarilla hija de Masca y Rilla. Mis padres. Vivía hasta hace bien poco en el anonimato de  los quirófanos y demás dependencias hospitalarias. Un peligroso virus me ha puesto de moda. La población mundial me ha obligado a ser un complemento de las vidas en este mundo loco por una maldita Pandemia.
foto móvil 

Me he convertido en algo que protege en la calle y en los hospitales. Yo, una humilde y aséptica mascarilla. Sin desmerecer –claro- soy la protagonista hasta nadie sabe cuándo de ocultar la sonrisa de los que caminan por las calles en ciudades y pueblos. La culpable de las miradas tristes, con gafas de ver o con gafas de sol. Da igual. Los rostros de las personas: niños o adultos, jóvenes o menos jóvenes, los apago de una manera vergonzante. Hasta tal punto que solo cuando están cerca y hablan y no siempre son reconocibles. Esto me pone triste.
  
Es tal el bum que estoy causando que me han cosido, pintado y diseñado de la forma más artística, en algunos caso. No me siento demasiado feliz por andar de quita y pon: en la frente, en la barbilla, en la muñeca, en el codo. Mi lugar para estar, el apropiado son las instalaciones sanitarias. Allí es donde debería estar, ahora y siempre. No me gusta tampoco el ser tendencia, ni haber salido a la calle por esta epidemia que nos acosa. Nadie sabe bien cuantas oleadas pueden llegar de nuevo.

Prefiero quedarme de dónde vengo y que la gente por la calle, vaya como siempre, con el rostro alegre, con los labios rojos pintado con un buen carmín, con los ojos vivos que reconozcan a los que caminan y con la alegría o la tristeza del momento. Mejor así. Pero he de reconocer que la dignidad es lo primero y que algunas, aún así, me llevan con garbo.

Mi prima la del cuento sabe que las moralejas no están de moda -como yo- así que quiero dar un consejo: por favor no me dejéis tirada por las calles, contamino.