He disfrutado del Mar
Menor a lo largo de mis muchos años y quiero seguir disfrutándolo. Apoyo toda
iniciativa que sea en pro de su defensa, cuidado y mimo para que ese mar
pequeñico que tenemos siga viviendo largos años. Porque su flora y su fauna es única,
porque es un tesoro de la naturaleza que nos tocó en la geografía peninsular.
Lo fotografío cada año, casi me sé de memoria el contorno de su litoral:
pueblos, playas, árboles, palmeras, palmitos y siemprevivas, conchas y chapinas
y la tierra roja cercana del campo. Escribo y leo, a su orilla todos los
veranos, escenas cotidianas de los baños, en sus cálidas aguas, paseo en
bicicleta observando: cómo disfrutan niños y mayores. Y claro, también me baño.
Ver amanecer desde la orilla cerca de algún balneario (ahora hostelería, club
náuticos) es un capricho excepcional a pesar del madrugón en cualquier estación
del año. Y la luna cuando se arrebata por encima de La Manga y se posa sobre él
un espectáculo para no morir sin haberlo visto. ¡Murcianos! El Mar Menor es un
plato de plata que siempre ha brillado por su tranquilidad (Nunca debió
permitirse la navegación a motor y aún menos las motos acuáticas) Sí, barcos de
vela latina por ejemplo o piraguas y botes. Porque en el Mar Menor había
pueblos tranquilos con casas de tejados a dos aguas de corte levantino y un
patio con jazminero para tomar el fresco en las noches de verano, en familia.
En otras zonas de nuestro país, esto se conserva. (Nunca se debió construir
torres de pisos de tantas alturas o urbanizaciones masivas o embotellamientos
de pisos en calles estrechas y sin salida, por no hablar de los hoteles
fantasmas sin recepción) Un desarrollo jamás planificado, nada sostenible. Al
contrario muy bien aprovechado por los concejos locales para llenar las arcas y
de esta manera poner alguna que otra farola, bancos para mirar el mar, palmeras
de otras latitudes con el picudo que, vino con ellas, y se ha encargado de
acabar con la palmera autóctona y un
largo etcétera de abandonos varios. El Mar Menor tiene cerca un campo que era
de secano (almendros, olivos, algarrobos y cereales) Ahora roturado y
convertido en campo de regadío y plantaciones extensivas. Sin duda alguna, dan
trabajo y riqueza a la zona de lo cual me alegro. Pero, porque también aquí hay
uno, sin control de las aguas, ni abonos que no entraré a calificar. ¿Y dónde
van esas aguas que arrastran de todo? ¡Murcianos al Mar Menor! Como hasta hace
bien poco los colectores orgánicos de los pueblos. Al Mar Menor, por sus
ramblas, desde tiempos antiguos llegaban
vertidos procedentes de las escorrentías de las aguas de la Sierra Minera. Y por
las ramblas siguen llegando, lo que sobra en muchas casas, electrodomésticos,
basura de todo tipo: plásticos y deshechos de más de algún desaprensivo que no
piensa, solo vive. ¡Murcianos entre todos nos hemos cargado el Mar Menor! Así
que dejémonos de postureos y ya que, no se han tomado medidas antes, por parte
de la Administración en General y Agentes Sociales, etc…
Menos lamentaciones y
más acciones.
Y déjense de medidas
que no llevan a cabo nunca, por mucho que las publiquen. Hacen falta más
acciones y menos palabras… Si todavía el Mar Menor tiene remedio. No lo dejen
morir. Hay en Murcia muchos técnicos en Medio Ambiente que tienen y saben
soluciones… ¡Murcianos cuidemos el Mar Menor!
Camen Martínez Marín
Cabopá