Para no hacer nada, para deambular hasta cansarse. Tomar un desayuno en la mañana fresca de otoño al sol. Un placer. Con el bullicio de la ciudad, de sus calles llenas todavía de los colores del estío.
En silencio los pensamientos,
los andares tranquilos, los deseos confusos. Sensación hueca de una vida acelerada. Percepción absurda de una idea
deseada. Llamativos días para hacer nada, sólo lo que apetezca.
Papeles sueltos