En absorta contemplación
sobre la barandilla, aventurada
al horizonte, solitario de nubes
a la espalda la palmera
llora gotas amarillas.
En cualquier tarde de otoño,
el crepúsculo llama a la noche
con insistentes palabras,
el crepúsculo llama a la noche
con insistentes palabras,
la brisa masajea las lágrimas
como el mejor ungüento suave
para calmar la luz que se apaga,
para dar belleza a su mirada.
La serenidad de la tierra
por la ausencia de viento
trae suspiros de algodón.
Sólo el paso del día deja ruido,
quizás por eso la melancolía.
Cuaderno Azul
Poema recuperado(2010)
Dará paso a otros "Ruidos"
Hermosos texto y fotografía
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