Las abarcas desiertas
cada enero ponía
mi calzado cabrero
a la ventana fría.
Y encontraban los días,
que derriban las puertas,
mis abarcas vacías,
mis abarcas desiertas.
Nunca tuve zapatos,
ni trajes, ni palabras:
siempre tuve regatos,
siempre penas y cabras.
Me vistió la pobreza,
para el seis, yo quería
que fuera el mundo entero
una juguetería.
Y al andar la alborada
removiendo las huertas,
mis abarcas sin nada,
mis abarcas desiertas.
que fuera el mundo entero
una juguetería.
Y al andar la alborada
removiendo las huertas,
mis abarcas sin nada,
mis abarcas desiertas.
Ningún rey coronado
tuvo pie, tuvo gana
para ver el calzado
de mi probre ventana.
tuvo pie, tuvo gana
para ver el calzado
de mi probre ventana.
Toda la gente de trono,
toda gente de botasse rió con encono
de mis abarcas rotas.
Rabié de llanto, hasta
cubrir de sal mi piel,
por un mundo de pasta
y un mundo de miel.
Por el cinco de enero,
de la majada mía
mi calzado cabrero
a la escarcha salía.
Y hacia el seis, mis miradas
hallaban en sus puertas
mis abarcas heladas,
mis abarcas desiertas.
Miguel Hernández
Por el cinco de enero siempre me
acuerdo de ti, papá
Hoy hace 30 años que falta mi padre; mi padre se llamaba José, todos le llamaban, Pepe.
ResponderEliminarAllí donde estés te recuerdo siempre, papá.
Besicos te envío cómo los tuyos "Chillaos"
Un beso, Carmencica.
ResponderEliminar·.
ResponderEliminarBello poema, bella foto...
Un hermoso homenaje.
Un beso
.·
LMA · & · CR