La hija de la maestra
En la pizarra, unas operaciones
fáciles, en los pupitres niños semidormidos. Por las ventanas la luz filtra los
rayos de sol jugando en un haz de
colores. En la escuela, la alegría se manifiesta como los cristales de un caleidoscopio. La mujer de porte gentil y
cara afable, canta canciones, lee cuentos, entona poemas, afina las cuerdas de
su guitarra, solfea notas alegres, modula los tiempos con ilusión, vocaliza los
nombres de los niños coreándolos como un tintineo de uno en uno. Se despiertan,
disfrutan. La maestra suspira contenta, su escuela es la de la alegría. Sabe
que los alumnos dónde mejor están es aquí en el aula.
Nunca pensó que vería niños
desnutridos, cansados, tristes y mal vestidos llegar a la escuela. Rosalía es
hija de maestra, sabe de historias parecidas, su madre se las contó muchas
veces: “aquellos años de posguerra los
niños que venían a clase, los que no se iban al tajo, eran niños con hambre”.
El colegio de Rosalía está en
un barrio donde las luces de los escaparates brillan de lujo, donde la gente
viste bien, comen bien y conviven con otros que hasta hace poco, vivían con
normalidad. Ahora en estos momentos en el barrio existe la pobreza, una lacra
oculta, vergonzante; sólo las familias que la sufren lo saben. La hija de la
maestra ha promovido actividades de cocina por la tarde. Se quedan y juegan a
cocinar. De esta manera los niños vuelven a sus casas con una suculenta
merienda-cena.
Esta es mi aportación a Primavera de Microrrelatos Indignados 2014
organizada por :
de Miguel Torija