Es preciso, mirar en silencio porque el céfiro acariciará tu cara. Lo percibes, lo reconoces. Lo sabes. Se
cuenta que los antiguos llamaban a nuestro viento de Levante: maresía o brisa de mar. Elena lo ha oído por ahí a
los hombres de la mar. Para contemplar
el mar en su vaivén disfrutando del rumor de las olas, buscó aquel día, un
hueco en la playa.
El olor a salitre y algas, el sabor salino
sobre tus labios: son besos de mar. No
se buscan, se encuentran por su belleza. En la tarde que se va. Sola y acompañada por
el color. Recorridos que el cuerpo recibe.
Sigues sentada en la
orilla, sobre la arena parda con los últimos rayos de sol en tu espalda, como
la cámara del fotógrafo. Y, tú te quedas empapada en la hora azul, en esa calma
que se torna azafranada.
Será quizás, la
instantánea de aquel día de noviembre. Será, el sosiego merecido igual
como la palmera se siente dibujada en el paisaje. Pintura al aire, junto al mar
donde siempre estás, serenidad.
Sólo con la mirada, llega y no sólo tú
piensas igual. Miras alrededor, buscándola.
Suaves colores
sobre la fina arena, jugando al despiste entre duna y duna. Nunca estás sola. Después
del vuelo, descanso. Tranquila tú esperas.
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Este relato participa en #palabrasalviento en ZENDA
Sosiego da el leerte.
ResponderEliminarAbrazo,amiga.
Muchísimas gracias amigo
ResponderEliminarBesicos para ti.
Un relato que transmite serenidad. Suerte, Carmen
ResponderEliminarHermosas palabras que dicen mucho de la grandeza del alma de su autora. Un gran beso y recuerdos para tu marido. Gloria
ResponderEliminarEs muy lírico, pura poesía.
ResponderEliminar·.
ResponderEliminarLo que El Tejón diga, va a misa. Lo subscribo.
besicos
y hasta el regreso de mi habitual desconexión veraniega.
· LMA · & · CR ·