No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo. Oscar Wilde

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viernes, 1 de mayo de 2015

UN CUENTO PARA MI NIETA

Mamá rana
        
        Esa rana que entró por la ventana y, se quedó, la  he visto salir del cajón del escritorio y hacer piruetas entre las tablas onduladas, sale, se asoma, se posa y reposa debajo de la luz.
 ¿Sabes?
Como una mariposa, verde con ojos grandes y vivarachos. Grandes pero no tanto como una osa. Sí, tan avispados como los tuyos…
Y sube y baja hasta el escritorio y deja sus huellas de anca sobre el teclado, desde donde hoy, escribo este cuento que te cuento. Qué, me invento para contarte sentada en la mecedora con la toquilla que cubre mis hombros…
Y, no suelta nunca a su cría que lleva sobre el lomo.
 ¿Sabes?
Tú me dirás: ¿las ranas tienen lomo, abuela? Yo te diré:
que vive en la habitación de al lado, guarda los sueños de aquella chiquilla de mofletes sonrojados, sin croar ni un solo día, para que la niña tenga buen despertar, para que los días sigan siendo verdes y las noches llenas de sueños alegres.
 La mamá rana me mira, mientras escribo; parece que tuviera una interrogación en la frente. La miro y sonrío, observo, a la rana cría con esos ojos tiernos de gran contento.
¿Sabes?
Yo creo que me dice sin croar que necesita una charca donde habitar.





Busco las palabras justas, aunque a veces no las encentre