Mamá rana
Esa rana que entró por la ventana y, se
quedó, la he visto salir del cajón del escritorio y hacer piruetas entre
las tablas onduladas, sale, se asoma, se posa y reposa debajo de la luz.
¿Sabes?
Como una mariposa, verde con ojos
grandes y vivarachos. Grandes pero no tanto como una osa. Sí, tan avispados
como los tuyos…
Y sube y baja hasta el escritorio y deja
sus huellas de anca sobre el teclado, desde donde hoy, escribo este cuento que
te cuento. Qué, me invento para contarte sentada en la mecedora con la toquilla
que cubre mis hombros…
Y, no suelta nunca a su cría que lleva
sobre el lomo.
¿Sabes?
Tú me dirás: ¿las ranas tienen lomo,
abuela? Yo te diré:
que vive en la habitación de al lado,
guarda los sueños de aquella chiquilla de mofletes sonrojados, sin croar ni un
solo día, para que la niña tenga buen despertar, para que los días sigan siendo
verdes y las noches llenas de sueños alegres.
La mamá rana me mira, mientras escribo; parece
que tuviera una interrogación en la frente. La miro y sonrío, observo, a la
rana cría con esos ojos tiernos de gran contento.
¿Sabes?
Yo creo que me dice sin croar que
necesita una charca donde habitar.
Busco las palabras justas, aunque a veces no las encentre