No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo. Oscar Wilde

lunes, 22 de julio de 2013

CRECIENDO

      Una china. Un chino y una china. Uno, dos, tres…y, cuatro chinos más. Salen de un restaurante chino, claro. Cansados, serios, miran el suelo que pisan. En fila se dirigen a casa. Es la hora de la siesta, hora de aquí. ¿Hacen siesta los chinos?  En el bazar de los chino: refrescos, golosinas, abanicos, laca de uñas, plásticos, silletas…De todo. Un sinfín de objetos a la venta como en botica. ¿Venden? Deben vender, está abierto todo el día como si fuese una farmacia de guardia.
         En el bar cuatro hombres se juegan las cañas “a los chinos” en la barra. Aceitunas, boquerones, patatas fritas, piden sus mujeres sentadas bajo la sombrilla y silletas de los chinos  plantadas junto al chiringuito chill out  de la playa. Lucen uñas en pies y manos de colores  muy brillantes, tanto como los “pelucos” que portan en sus muñecas. Se las hicieron en la ciudad en un gabinete regentado por chinas: “uñas vips” pedicura y manicura: China exprés. Salieron tan contentas. Mucho “luxe” pocos euros. 
         En la conversación agradable al sol que calienta los días de verano y trae la brisa fresca del mar, están las mujeres. Una de ellas les cuenta que en el jardín de su chalet ha plantado un naranjo de la china, está segura que para la próxima temporada dará ricas naranjas. Otra añade: serán nalanjas de la china ¿no? Se ríen y siguen animadas con las cervezas, los aperitivos y la charla. Pues, yo cuando estuve en ese país – dice una- me compré este bolso de “Celina Hierro”, unos zapatos de “Bartolo Planin” y este magnífico reloj “Pardier”. Todo por pecientos (palabro) aquí, me habría costado tropecientos. Dice otra, presumiendo de su hija: Blanca estuvo el verano pasado en Pekín “muchos chinos, hay muchos chinos, mamá. Nos miraban con asombro y se querían hacer fotos con nosotros. Le resultábamos exóticos” Bueno, os diré que mi hija es una sosa. No me trajo nada. Yo, soy de las que voy a los bazares, como vosotras. A la brisa fresca del chiringuito, allí siguen, al calor que produce el carbónico de la cerveza que ya hace sus efectos. Continúan hablando…Ahora, casi en chino.

Una china. Un chino y una china. Uno, dos, tres…y, cuatro chinos. Vuelven a pasar por delante. Salen de trabajar: uno, dos, tres, cuatro…cinco. Están creciendo. 

8 comentarios:

  1. Y crecen y crecen. Réplicas. Cualquier día tenemos una réplica de cada uno de nosotros, los chinos lo hacen todo, todo, todo. Tropecientos miles, como tropecientas formas de sacar provecho de lo más insignificante. Me he reído con tu texto, incluso me ha resultado acogedor. Tiempo sin venir por aquí. Agradable, pero que muy agradable la visita. Mil abrazos. Un amigo.

    Antes de acabar. Mi hijo me preguntó teniendo cinco años, ¿porqué los chinos van en moto? Una pregunta tonta que dio tanto de si, que acabamos riéndonos a carcajadas. Cosas de niños.

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  2. Te diría que me suena a chino, pero no, je je.

    Abrazos Cabopá

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  3. Me gusta el toque irónico y de humor absurdo que están tomando tus escritos. Me recuerdan un poco a Eduardo Mendoza.

    Besos.

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  4. Hay que ver, y lo vivarachos que son no descansan nunca. Estoy convencido de que no hacen siesta, qué va!!! Ni son ociosos, has visto a alguno consumiendo o bailando en discotecas o yendo al cine o...? Qué va, es que además son ahorradores. Se harán los dueños. De la mitad del mundo, la otra mitad, los musulmanes. Mira, y qué le vamos a hacer?
    Un abrazo

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  5. Qué guapada de foto!!!! me encanta!!!

    un beso

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  6. Se están yendo; las estadísticas dicen que se están yendo ya.

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  7. Vaya que sí, crecen y crecen. Pero eso sí, muy calladitos y siempre en fila.
    Un abrazo
    Marta López

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