Abrió la puerta, entró despacio, casi de
puntillas. Sabía que llegaba tarde. Se sentó sin hacer ruido. Sólo una ligera
mueca con la cabeza a modo de saludo, dejó ver su arrebolado rostro. Estuvo
atento a todo lo que se decía en el
aula. En un cuaderno de color amarillo fue tomando notas de lo que allí se
dijo. Cuando le tocó hablar, fue escueto y conciso. Al llegar a casa, volvió a
escribir en su cuaderno de espiral. Ahora, las palabras no quedaran solas en la
libreta.
Las palabras cuando se comparten salen de su soledad.
ResponderEliminarEn efecto, me reconozco.
Un saludo.
El intercambio en esa libreta fue rico, ahora había fijado la experiencia.
ResponderEliminarMe alegro mucho de tus publicaciones, Mª Carmen.
Un fuerte abrazo
Un saludo,
ResponderEliminarLas palabras no quedarán solas porque serán compartidas.
ResponderEliminarSaludos y un fuerte abrazo
Bueno, pues estarán felices, nada como la solidaridad y el compartir.
ResponderEliminarBesitos
Las palabras comparten todo su poder cuando podemos leerlas. La soledad de las mismas no ha de ser un fin, sino un medio flugaz hasta que consiguen despertar de su letargo.
ResponderEliminarUna historia con mucho para reflexionar. Besos de fin de semana amiga!!