No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo. Oscar Wilde

lunes, 31 de marzo de 2014

FEDERICO

        “He aquí el niño. Es pálido, y flaco, lleva una camisa de hilo fina y ajada”. Mirando la foto, recordaron los días, el momento. No recordaban lo que estaba escrito en su reverso. Al volverlo a leer se sintieron huérfanos. La foto, deslucida por los años les traía a la memoria las trincheras absurdas de una contienda cruel. Calixto y Basilio sin hablar sabían muy bien que aquel niño  con el que se refugiaron durante unos días de las malditas bombas, salió indemne como ellos. Lo que no sabían era, qué había sido de él. Han pasado muchos años. Hoy son turistas en esa ciudad centroeuropea a pocas horas en avión. Van y vienen por calles que reconocen. Miran a un lado y a otro. Calixto lleva su cámara y fotografía todo lo que ve. Basilio con un plano que interpreta como si no le hiciera falta.
         Decidieron comer en un pequeño bar de comidas caseras, esas que no habían vuelto a probar desde que eran pequeños. La dueña atendía la barra y las mesas. Ágil, con sonrisa abierta, de vez en cuando llamaba la atención de quien estaba en la cocina con voz enérgica y amable. Y por la ventana de donde salían los olores y aparecían los platos con cierta magia inesperada. Fue al final, cuando el local se quedó casi vacío. Fue entonces cuando apareció quien estaba en la cocina. Basilio y Calixto, se miraron con cierto pasmo, “era él, era Federico”. Se pusieron de pie, se volvieron a sentar. No sabían qué hacer. Sacaron la foto e hicieron toda clase de conjeturas, que si los ojos, que si la forma de la cara. Decididamente era él. Ellos se habían ido, la religión y la guerra los había separado. Los límites de los países son a veces el capricho de los que mal interpretan las diferencias. Ellos eran niños y no entendía de fronteras, sus familias tuvieron que emigrar. Ahora se habían encontrado porque Calixto y Basilio habían puesto todo su empeño. Federico se quedó con su madre y una cojera, herencia de aquella sanguinaria guerra. Celebraron el  encuentro y se contaron muchas cosas.
         Ahora la foto está completa, lo de menos es el tiempo. No podrán jugar su infancia, la que no tuvieron entonces. Sí, se harán una foto, en la que brillen sus miradas.


6 comentarios:

  1. Hubo un tiempo en el que un grupo de amigos nos reuníamos, hablábamos y leíamos lo que habíamos escrito. Aquí lo dejo para quien se asome diga si le apetece algo....

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  2. Una historia muy humana y sentida, Maricarmen

    Un abrazo

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  3. Me ha gustado mucho tu historia de reencuentros.
    Y sí, Carmen. Hubo un tiempo en que nos encontrábamos y comentábamos qué tal esto y aquello...
    Un abrazo fuerte.

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  4. Que los amigos conozcan lo que hacemos. Compartirlo es el último peldaño en el proceso creativo.
    Un saludo.

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  5. Los reencuentros creo que siempre son buenos.... Un saludo desde Murcia....

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  6. Emotivo con la nostalgia del tiempo perdido.
    Un beso.

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