No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo. Oscar Wilde

martes, 26 de enero de 2021

EL CORRILLO relato para el concurso #MiMejorMaestro de ZENDA

 

La llegada de la nueva profesora al Instituto fue como una cuerda elástica. Nos hacía vibrar en el aula con los ojos abiertos y la escucha atenta. Su explicación y  relato de la Historia dio un vuelco tan impresionante como rotundo. En los pasillos cuchicheábamos. Parecía mentira, era todo tan distinto a lo que estábamos acostumbradas, pero Lupe fue real.

Las demás asignaturas perdieron interés por tan solemnes. Siempre lo mismo, sin salirse del programa establecido. Sujetas al canon estipulado en aquellos manuales  arcaicos. Lupe nos daba apuntes que tomábamos con ilusión, todo aquello que no estaba en los libros, no era poco, era, como agua clara y fresca para beber.

Con ella lo primero era la etapa actual, desde el final hasta el principio. Como el mundo al revés, eso nos decía. Conocimos lo que nunca se llegaba a explicar porque acababa el curso. Aprendimos  hechos históricos, no  fechas ni  batallas. Se nos abrieron nuevas ventanas, incluso con ellas cerradas. Un centro donde los únicos hombres eran los profesores.

En aquellos tiempos en los que no estaba permitido el tuteo, Lupe lo aceptaba, fue ella, quien nos sugirió que lo hiciéramos. La hora se nos hacía corta. Impartía sus clases con vehemente pasión. Nosotras entusiasmadas. 

Tampoco eran tiempos de libertad, por eso susurrábamos sobre los temas, que nos abrían los ojos a tantas cosas. Fumaba pitillos sin boquilla. Nosotras embobadas. Cuando se le quedaba una brizna de tabaco entre los labios y sin dejar de hablar se las quitaba. Nosotras la imitábamos.

Aprendimos tanta Historia como nunca podríamos imaginar. Esto fue en la década de los setenta. Nosotras alumnas de un instituto femenino en una capital de provincia con mucho sol y costumbres conservadoras. Solo el patio tenía luz y alegría, los profesores eran tan grises como sus trajes.

Lupe no volvió el curso siguiente. Nosotras lo lamentamos mucho. Estoy segura que al claustro le molestaba que a ningún profesor le hiciéramos corrillo en el aula con nuestras preguntas. Sobre todo al de Religión, a veces, tenía que esperar en el pasillo un rato a que ella saliera. Menudo contraste se iba la apertura y entraba la cerrazón. Lo recuerdo parapetado en la puerta con su sotana. Se miraba el reloj penitente.


Con este relato participo en el Concurso de #MiMejorMaestro en ZENDA

1 comentario:

  1. "Se iba la apertura y entraba la cerrazón". Hay personas que no solo tienen conocimientos, sino que saben transmitirlos, a la vez que también valores que rompen tabúes injustos e impuestos. Yo nunca tuve una profesora así, pero me habría encantado, como encantador es tu relato, con ese contraste entre luz y oscuridad.
    Un abrazo y suerte, Carmen

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