Están sentados alrededor de una mesa, en la trastienda subterránea de la vieja librería. La imagen recuerda a las antiguas reboticas de otros tiempos, entre frascos con olor a éter; donde se reunían los ilustres de las ciudades parar la conversación y crítica de lo acontecido en el mundo comercial y político de la urbe. De esta manera, pero rodeados de grandes estanterías repletas de libros de los más diversos temas, como todos los martes finales de mes un grupo de personas que quizá el azar o quizá la fortuna reúne. Todos tienen en común el gusto por la lectura, les une también el placer de escribir y sobre todo las ganas de aprender y compartir. Sus aficiones son diversas y sus ocupaciones cotidianas, nada extravagantes. Es un grupo muy heterogéneo y poco habitual con los tiempos que corren.
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