No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo. Oscar Wilde

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sábado, 8 de junio de 2013

NUEVE MESES

La ilusión de una abuela
Nada más saberlo, el primer mes compré telas de colores para uno arrullos con lunas y ositos violetas. Una canastilla forrada a juego, dentro: un pañal para el primer día.  Añadiría más tarde la toquilla blanca. Desde el segundo mes, espera en el costurero otra tela para un vestido, será  para el verano. Durante el tercer mes, bajé del altillo sabanitas de cuna de su papá y la colcha de la  tía Mar.
Quedó todo lavado, planchado y metido en una caja de colores para su habitación. Durante el cuarto mes, la abuela y la bisabuela cortaron y cosieron la cortina de su ventana. Algunos días después a punto de aguja y en secreto, tejí una colcha para el cochecito con hilo de algodón color marfil que adornaré con flores de mar, cómo le gustan a su mamá.
El abuelo Javier le ha comprado una lámpara de colores para alumbrar sus despertares después de dormir sueños placenteros  de paseos por campos y por mares. Y se sabe que la tía-abuela con la aguja  añadirá unas lilas, además.
…Y en el último mes bordé un babero con las letras de su nombre, 
Hoy, puedo decir que Mar ha inundado de ilusión nuestras vidas de abuelos. Estamos tan contentos que todos los sentidos, más que nunca, van dirigidos a ella. Mirarla es revivir el nacimiento de nuestros  hijos, tocarla algo tan dulce como delicioso, olerla, sentir que no hay otros aromas. El gusto  es tan placentero que se saliva de felicidad…Pasará el tiempo, crecerá y cuando hable, le responderemos, si sabemos todas las respuestas

sábado, 30 de marzo de 2013

COSER, CANTAR...CONTAR


            Coseré un saquito de tela con puntadas finas, en él, iré guardando palabras de tonos dulces, como los caramelos de naranja. Palabras reunidas en canciones de cuna, las que cantaré para ti en la mecedora de agradables y tiernos recuerdos.
         Recordaré los cuentos escritos en las paredes, aquellos que salían a nuestro encuentro desde los caminos empedrados y los campos verdes, los que llevaban al castillo. Allí se asomará la princesa de mofletes sonrosados y largas trenzas de fino cabello dorado jugando con su aro de colorines, como los del arcoíris. Con su vestido pomposo de color violeta nos saludará desde su ventana.
         Hablaré mucho contigo para que aprendas palabras nuevas,  cantaremos por el mirador al ver la gente pasar. Invitaremos a los peluches para que bajen con nosotras al parque y conozcan a los amigos.
         Colorearemos los cuadernos grandes de dibujos sin pintar. Te comparé una caja de colores, de todos los colores…Y cantaremos juntas, colorín colorado cada vez que el cuento se haya acabado. 

 
Baberos cosidos y creados por la artista de su  mamá. Mi nieta nacerá en mayo

sábado, 2 de febrero de 2013

PÍO Y PÍA


     

              Había una vez una gallina llamada Pía. Era la polluela más joven y con el más bello plumaje, vivía  en un corral con el gallo Pío, tieso desde las patas, a la cabeza, con la cresta siempre espigada. Todas las gallinas de la majada  se acercaban a él con el mismo afán. Sólo Pía lo miraba de soslayo, pues, el rubor que le producía su mirada  le hacía plegar las plumas.
         No era Pía una gallina triste aunque cacareaba siempre en su rincón, mientras sus compañeras intimaban por el gallinero con Pío ella, picoteaba con gran disimulo, conocía que su destino sería poner huevos –no le quedaría, otra- para el consumo de sus dueños. Pero un día, Pío se le acercó correteando a su alrededor con un saludo largo y sonoro cómo sólo él sabía. Las demás gallinas turulatas no se lo podían creer y con cierta envidia observaron el juego.

       Unas semanas más tarde, apareció clueca, sus plumas brillaban y con su cabeza estirada miraba a Pío con dulzura. Pía se sentía contenta; cacareaba despierta y vigilaba con celo el capazo donde incubaba los huevos. Ya no sólo sería una gallina ponedora. Era feliz con Pío que se desvivía en atenciones. Cuando llegó el momento, nacieron los polluelos, media docena de  jovencitos  galluelos iguales al gallo Pío. Madre-gallina y padre-gallo pasaron a un nuevo corral y los hijos-pollitos fueron trasladados a una pollera de caña de cañal de acequia que había construido el abuelo Manuel.

sábado, 22 de diciembre de 2012

VERDE DONCELLA


     Erase una vez, una verde doncella…Así empezaba siempre el cuento a su nieta Clara, sin palabras rebuscadas; sí con muchos giros y vericuetos inesperados que hacían que la niña abriese los ojos con gran admiración hacia el abuelo. Tenía el arte de contagiar entusiasmo, él conocía bien la narración oral. ¿Y cómo sigue?.. Espera, espera que todavía no hemos llegado al final. Con su voz temblorosa, pero templada, lo hacía largo, lento y con muchos detalles.
       Clara expectante nunca dejaba de sorprenderse. Sabía que él lo agradecía. Boquiabierta prestaba  atención hasta  la frase mágica…Y  aquella verde doncella, sólo le faltaban unos días para adquirir el brillo y la mácula sonrojada por los rayos de sol, para dejar de serlo. Abuelo, esa soy yo. Él  siempre le respondía lo mismo: sí, tú algún día serás como la fruta madura.
         Pasaron los años y Clara supo que “Verde doncella” era aquella manzana que el abuelo, después de sacarle brillo frotándola sobre sus pantalones le daba del huerto. Ahora que él ya no está, ella lleva la producción. Cuando las envasan en cajas, repasa el calibre, el brillo y la maduración. Se acuerda de las noches de cuento del abuelo.

sábado, 15 de diciembre de 2012

CUENTO de MECEDORA


Mamá rana
    Esa rana que, entró por la ventana y, se quedó, la  he visto salir del cajón del escritorio y hacer piruetas entre las tablas, sale, se asoma, se posa y reposa debajo de la luz. ¿Sabes?, como una mariposa, verde con ojos grandes y vivarachos, grandes pero no tanto como una osa. Sí, tan avispados como los tuyos…Y sube y baja hasta el escritorio y deja sus huellas de anca sobre el teclado, desde donde hoy, escribo este cuento que te cuento. Qué, me invento para contarte sentada en la mecedora con la toquilla que cubre mis hombros…Y, no suelta nunca a su cría que lleva sobre el lomo. ¿Sabes? Tú me dirás: ¿las ranas tienen lomo, abuela?
…Y vive en la habitación de al lado, guarda los sueños de aquella chiquilla de mofletes sonrojados, sin croar ni un solo día, para que la niña tenga buen despertar, para que los días sigan siendo verdes y las noches llenas de sueños alegres. La mamá rana me mira, mientras escribo; parece que tuviera una interrogación en la frente. La miro y sonrío, observo, a la rana cría con esos ojos tiernos de contento. Yo creo que me dice sin croar que necesita una charca donde habitar. Supe un día que, Puck tenía una charca y le escribí una carta, por si la quería adoptar...Y lo guardé en una carpeta para el día que tenga una nieta.

Hace unos días estuve con este cuento en
¡Gracias  Puck!
Visitad su charca y si tenéis alguna rana , ella la acogerá con sumo gusto.