Nada más saberlo, el primer
mes compré telas de colores para uno arrullos con lunas y ositos violetas. Una
canastilla forrada a juego, dentro: un pañal para el primer día. Añadiría más tarde la toquilla blanca. Desde el
segundo mes, espera en el costurero otra tela para un vestido, será para el verano. Durante el tercer mes, bajé
del altillo sabanitas de cuna de su papá y la colcha de la tía Mar.
Quedó todo lavado, planchado y
metido en una caja de colores para su habitación. Durante el cuarto mes, la
abuela y la bisabuela cortaron y cosieron la cortina de su ventana. Algunos
días después a punto de aguja y en secreto, tejí una colcha para el cochecito
con hilo de algodón color marfil que adornaré con flores de mar, cómo le gustan
a su mamá.
El abuelo Javier le ha comprado
una lámpara de colores para alumbrar sus despertares después de dormir sueños
placenteros de paseos por campos y por
mares. Y se sabe que la tía-abuela con la aguja añadirá unas lilas, además.
…Y en el último mes bordé un
babero con las letras de su nombre,
Hoy,
puedo decir que Mar ha inundado de ilusión nuestras vidas de abuelos. Estamos
tan contentos que todos los sentidos, más que nunca, van dirigidos a ella.
Mirarla es revivir el nacimiento de nuestros hijos, tocarla algo tan dulce como delicioso,
olerla, sentir que no hay otros aromas. El gusto es tan placentero que se saliva de
felicidad…Pasará el tiempo, crecerá y cuando hable, le responderemos, si sabemos
todas las respuestas