No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo. Oscar Wilde
viernes, 23 de febrero de 2018
viernes, 26 de enero de 2018
EL CALLEJÓN DE LAS ONCE ESQUINAS
Aunque ya estamos a finales de enero os cuento que en el mes de diciembre participé en "El callejón de las once esquinas" Revista de relatos que dirige y coordina Patricia Richmond Una buena amiga y mejor relatista. Buena cuenta da en su blog: La puerta de la esperanza
Y si os apetece leerme a partir de la página 131 de esta presentación de ISSUU ahí está mi relato: "Ida y vuelta"
martes, 31 de octubre de 2017
RUIDOS / 1
En absorta contemplación
sobre la barandilla, aventurada
al horizonte, solitario de nubes
a la espalda la palmera
llora gotas amarillas.
En cualquier tarde de otoño,
el crepúsculo llama a la noche
con insistentes palabras,
el crepúsculo llama a la noche
con insistentes palabras,
la brisa masajea las lágrimas
como el mejor ungüento suave
para calmar la luz que se apaga,
para dar belleza a su mirada.
La serenidad de la tierra
por la ausencia de viento
trae suspiros de algodón.
Sólo el paso del día deja ruido,
quizás por eso la melancolía.
Cuaderno Azul
Poema recuperado(2010)
Dará paso a otros "Ruidos"
domingo, 15 de octubre de 2017
A LUZ DE OTROS FAROS
La luz de los faros
Como
vuelo inquieto, los días junto al mar,
serán
más y más.
Como
los días que vendrán, espero
esa
la luz del faro, cuando tenue acaricia
por
mi ventana.
En
ese lugar de calma,
al
que vuelvo.
Como
el olor a jazmín que evoca mi pensamiento.
Aunque
el patio no esté aquí.
Busco
en la memoria.
viernes, 15 de septiembre de 2017
TACTO
Las copas palpitan entre los silenciosos brillos
del aparador. Oyen la llave y dejan de temblar. Saben que pasará su mano por
ellas. Se estremecerán. Sobre la mesa siempre un ramo de claveles, un libro, un
cuaderno y un buen caldo. Conocen su tacto dulce, como ella, cuando él la
transporta de la cama a la silla de ruedas cada día. Hoy, escribiremos.
Un microrrelato encontrado en mis papeles sueltos.
martes, 5 de septiembre de 2017
SEPTIEMBRE
Durante las
horas del alba las miradas arrancan emociones que, cada uno guarda como
propias, distintas, extraordinarias. Abiertas como los días.
martes, 20 de junio de 2017
PRIMAVERA DE MICRORRELATOS INDIGNADOS 2017
Viaje incierto
Amir y su familia
deambulan entre casas en ruinas de una ciudad en caos. Un día él y Azhaar, su
mujer, hablaron y decidieron embarcarse sin destino. A la búsqueda del cobijo
merecido. Cruzarían el mar. No querían morir entre escombros. Con hambre y frío iniciaron el viaje. En la maleta
solo lo estrictamente necesario: varias mudas de ropa. Cuando los niños
lloraban angustiados, él les escenificaba historias sobre Ítaca y poco a poco
fueron recorriendo con su imaginación las islas del Marenostrum “Esta es
nuestra Odisea”, pregonaban, ilusionados en la barcaza.
Después de una travesía
por ese Mar de todos, llena de penuria y agotamiento, vivieron entre charcos y
miseria, suciedad y plásticos, en una tienda de campaña. Hacinados entre
basura. Sin agua, sin luz y sin comida. Bajo el cielo de la insolidaridad, en
una tierra que bien podría haber sido el puente que les abriera paso a su Ítaca
particular, la de ellos y tantas familias sirias a la intemperie.
Amir, Azhaar, Ifan e Imad, tuvieron que tomar
un autobús por decisión política de los acomodados occidentales. Parecían
desechos de un naufragio en un mundo que mira con ojos rancios hacia otro lado.
Su historia, como tantas otras se pierde entre recuerdos y palabras de los que
vagan sin hogar. Quizás fueron devueltos a su país en guerra o quizás sigan
deambulando en busca de un rastro de humanidad en otras tierras, al no ser reconocidos,
por el perro cancerbero, ni dioses que los protejan.
****************************************************************************************************************
****************************************************************************************************************
Esta es mi aportación a la propuesta de Miguel Torija para PMI junio 2017
viernes, 16 de junio de 2017
LA TRANQUILIDAD
Es preciso, mirar en silencio porque el céfiro acariciará tu cara. Lo percibes, lo reconoces. Lo sabes. Se
cuenta que los antiguos llamaban a nuestro viento de Levante: maresía o brisa de mar. Elena lo ha oído por ahí a
los hombres de la mar. Para contemplar
el mar en su vaivén disfrutando del rumor de las olas, buscó aquel día, un
hueco en la playa.
El olor a salitre y algas, el sabor salino
sobre tus labios: son besos de mar. No
se buscan, se encuentran por su belleza. En la tarde que se va. Sola y acompañada por
el color. Recorridos que el cuerpo recibe.
Sigues sentada en la
orilla, sobre la arena parda con los últimos rayos de sol en tu espalda, como
la cámara del fotógrafo. Y, tú te quedas empapada en la hora azul, en esa calma
que se torna azafranada.
Será quizás, la
instantánea de aquel día de noviembre. Será, el sosiego merecido igual
como la palmera se siente dibujada en el paisaje. Pintura al aire, junto al mar
donde siempre estás, serenidad.
Sólo con la mirada, llega y no sólo tú
piensas igual. Miras alrededor, buscándola.
Suaves colores
sobre la fina arena, jugando al despiste entre duna y duna. Nunca estás sola. Después
del vuelo, descanso. Tranquila tú esperas.
*********************************************************************************************
Este relato participa en #palabrasalviento en ZENDA
miércoles, 24 de mayo de 2017
"MENSAJE DE UN DÍA TRISTE" 2º premio Certamen Literario
En la madrugada de
un día de diciembre ocurría. La luna se escondió entre las nubes rasgadas y
amenazantes. Las estrellas centelleaban acompañadas por otras lunas, satélites
y agujeros oscuros. Desconocidos en el firmamento cercano a la vista. El cielo
se tornó tan resentido que, se sabía traería la lluvia tan necesaria para la
tierra. Siempre tan esperada. Nunca con tanta intensidad y tan impensada para
hacer daño.
Muy
asustados ante aquel suceso insólito, algunos vecinos del pueblo se acostaron
con la mirada en el cielo negro, oyendo el enorme aguacero que caía sobre los
tejados y arreciaba con las horas. En el duermevela, muchos vieron el agua
llegar circulando por las calles, como regueros llevándose por delante lo que
encontraba a su paso. Sin vacilar, el agua con gran virulencia entraba en las
casas por los patios, buscando salir por la puerta principal con la prisa de
una visita inesperada. En un arrebato. El agua de lluvia escudriñaba el camino
hacia el mar, en un tránsito sin piedad. Inundando casas, sótanos, muebles,
enseres, ropa, libros… En una escorrentía nocturna y desproporcionada. Algunos
coches sin conductor circulaban a la deriva.
En una de las casas,
una abuela y su nieta permanecían subidas encima de la cama. Habían puesto,
como si de un juego se tratase, toda clase de objetos debajo de las patas de la
cama para elevarla del suelo lo mejor que pudieron. Mientras el agua corría por
el terrazo. Allí se sentían seguras. La abuela, Soledad, casi susurrando con mucha
ternura y arrojo, le contaba cuentos sobre el Mar Menor para que no se asustase.
No quería hacer notar su aturdimiento. Su miedo. Así pasaron las interminables
horas sin dejar de narrarle historias inventadas con gran fantasía. Le hablaba,
sobre las peripecias de los caballitos de mar, los cangrejos, y los zorros. Le
contó cómo era el Mar Menor con sus barracas de madera y sus largos pasillos,
desde donde se tiraban en el verano al agua. De las aventuras con abordajes de
piratas, fingidas en los flotadores de cámaras de motos y camiones, tan grandes
como una balsa neumática de las de ahora. También de los saltos y piruetas desde
las plataformas que se adentraban en mar.
Le contó cómo eran
los bañadores de faldilla que se ponía la abuela, hechos por la modista. Quería
hacer sentir a Andrea, su nieta, como una sirena en aquella noche triste de
torrencial lluvia. Evitando que la niña notara su temblor y preocupación. Este
fue su propósito en cada momento. También le habló de la feria de su infancia,
del tiovivo y los futbolines. Y del cine de verano, en las noches de cielo raso
con sesión doble, las pipas de girasol y el apetitoso bocadillo de tortilla.
Andrea la escuchaba con una mirada muy atenta, entre alguna boqueada de
cansancio.
De vez en cuando
Soledad llamaba al teléfono de emergencias. “Tranquila señora, iremos a por
usted” Sin estar tranquila, guardó la calma como pudo. La nieta con los
cuentos, se quedó dormida. La abuela, veía pasar flotando como bajeles, los
portarretratos de la cómoda. Su vida pasaba por delante sin poder hacer nada
por impedirlo. Parecía un mal sueño. Lo fue. Soledad tardará en olvidar. La
casa se empantanó poco a poco de tal manera que si bajaba de la cama, utilizada
de flotador salvavidas, el agua le llegaba por las rodillas. Con arresto se
mantuvo despierta. A flote.
Casi al alba, entre
los estrepitosos sonidos de sirenas, no del mar como los cuentos que le había
relatado a su nieta y las luces resplandecientes de los coches de Protección
Civil, nada que ver con las luminosas, recordadas de la feria de aquellos remotos
veranos, Soledad suspiró. La noche más larga declinaba. A su puerta que parecía
la escotilla de un buque, por fin llegaron a rescatarlas los efectivos de
emergencias. Soledad y Andrea al igual que otros vecinos fueron trasladadas a
un albergue improvisado para la ocasión. Se quedó la casa sola, entre las aguas
enfangadas, sin saber ni cómo ni cuándo volverían. No quiso mirar hacia atrás demasiado.
Sólo pensó en que habían sido socorridas. Estaban vivas.
Ya
es otro día. Un día lleno de sol como son la mayoría de los días en Los
Alcázares, donde el mar es calmo y templado, sólo inquieto cuando sopla el
Levante. Después de tan inclemente tormenta, ganarán los días en los que el sol
encandila los ojos por su resplandor. A Soledad se le enturbiaron en ese instante
de lágrimas como los ojos azules de su nieta. En el ajetreo, Andrea se despertó
y pregunto: “¿Abuela, vamos a la feria?”. La abrazó muy fuerte, abrigándola con
sus brazos. Sonrió y les dio las gracias a quienes las trasladaban a ese lugar
seguro. En el trayecto, desde el vehículo donde iban, observó cómo las calles
eran ramblas, riachuelos afluentes, ríos y grandes avenidas llenas de fango y
agua, buscando de forma desmedida llegar al mar.
Un mar que también sufriría las consecuencias
de la borrasca. La tierra, entraba en él, tiñéndolo de un tono marrón parduzco
que apagaba la calidez azul y cristalina que lo caracteriza. Pensó, que ese
color no le favorecía. Ni al mar ni a su pueblo. Soledad volvió a suspirar.
Ahora un poco más calmada. Entonces utilizó el móvil para poner un mensaje a la
familia. Escribió de forma telegráfica: “Estamos bien. Nos llevan a un albergue.
Os quiero”.
Gracias a mi amiga MARIOLA que asistió a recoger el premio en mi ausencia.
miércoles, 3 de mayo de 2017
SE ACABA ABRIL EMPIEZA MAYO
Se acaba abril
empieza mayo
En estos días, la naturaleza deja sin
palabras,
el color te embarga la mirada
y el olor te enturbia el olfato.
En estos días, la belleza se toca con las manos,
paladeando sabores imprecisos,
la primavera no es una estación. Es un sentido.
En estos días, la luz acompaña a la vida pasar.
Mi participación en la Revista Valencia Escribe
del mes de mayo que dirige Rafael Sastre.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)