Habitas en una casa de muebles bien ordenados; sólo algunos huesos desgastados por el duro trabajo. Siempre haciendo lo necesario para combatir la tristeza y las perdidas del camino; deshollinando telarañas de la memoria o bebiendo del manantial de la lectura después de corregir las cataratas de tus ojos cansados que miran con la sabiduría aprendida de la experiencia. Tus consejos y recomendaciones siguen siendo válidos todavía. Son como los zurcidos de puntada fina que has dado durante toda la vida, duraderos como el respeto y el cariño que te tienen los que están cerca de ti. Por eso: sonríe cada día cuando la aurora llama a tú ventana y deja entrar el sol que los días sombríos vienen solos, los traen, los negro nubarrones que dejan pasar cuchillos de frío.
Te pesan los años como arrobas -son muchos- estás bien, estás, con los tuyos. Con energía contenida y gesto severo quieres seguir en la brecha diaria, aunque tu cabeza puede, tu cuerpo se resiente te has vuelto más frágil y delicada. Deja que hagan. No mires por un solo cristal. La desesperanza a veces y la flaqueza otras asoman por tu ventana, tú la cierras al atardecer. Deja pasar las oscuras noches, para que por la mañana al abrir las puertas de los días, disfrutes de tú estado saludable: ¡ Sonríe !
Te cuidan, atienden, protegen y como no, te obedecen a píes juntillas: tus enseñanzas de la vida. Ya abrirán el cofre de madera del Canadá que permanece cerrado sin llave y verán lo que hay dentro. Lo que tú, les has dejado guardado.
Hola, Cabopa. Paso a devolverte la visita desde el blog de Rafa, y me encuentro con esta tierna y hermosa entrada. Como tengo un gran respeto por las personas mayores que han envejecido dignamente, con cariño y con sabiduría, he leído tu entrada de ese mismo modo, con respeto, con cariño y con la poca sabiduría que tengo, pero con toda ella.
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