Puede ser jazz o clásica, puede ser de guitarra o de saxo, puede ser cualquier música. Sólo música que acompaña…Una canción una balada.
“Uno no es lo que escribe si no lo que ha leído” dijo, Borges.
Hoy es un jueves de enero; una cuesta sin placeres exagerados, sólo placeres para los sentidos. Bienvenidos los placeres en las noches, en silencio, con una buena música para acompañar las palabras que se mueven inquietas dentro de la cabeza, las que se deslizan por el teclado en marcha paralela, a unos dedos que juegan a escribir.
Escribir, el pensar cotidiano del corazón. Lo que te dicta el alma, lo que te pasa por las vías del pensamiento, por carreteras secundarias, donde los pueblos te saludan cuando los atraviesas y te despiden los arboles sin hojas cuando sales, porque es invierno. La mezcla de la música, la lectura y la escritura forman un mosaico lleno de vértices y ángulos que aparecen en el espejo de los sentimientos; como el caleidoscopio de la vida. Si te asomas por las ventanas de las casas a oscuras siempre, siempre, en cualquier resquicio observas la belleza de las notas, las que emanan de los textos leídos, escuchados o escritos sobre el papel. Ya no quedarán jamás a oscuras ni en blanco. La lectura en su oda particular ha buscado una música para la serenidad.
“Uno no es lo que escribe si no lo que ha leído” dijo, Borges.
Hoy es un jueves de enero; una cuesta sin placeres exagerados, sólo placeres para los sentidos. Bienvenidos los placeres en las noches, en silencio, con una buena música para acompañar las palabras que se mueven inquietas dentro de la cabeza, las que se deslizan por el teclado en marcha paralela, a unos dedos que juegan a escribir.
Escribir, el pensar cotidiano del corazón. Lo que te dicta el alma, lo que te pasa por las vías del pensamiento, por carreteras secundarias, donde los pueblos te saludan cuando los atraviesas y te despiden los arboles sin hojas cuando sales, porque es invierno. La mezcla de la música, la lectura y la escritura forman un mosaico lleno de vértices y ángulos que aparecen en el espejo de los sentimientos; como el caleidoscopio de la vida. Si te asomas por las ventanas de las casas a oscuras siempre, siempre, en cualquier resquicio observas la belleza de las notas, las que emanan de los textos leídos, escuchados o escritos sobre el papel. Ya no quedarán jamás a oscuras ni en blanco. La lectura en su oda particular ha buscado una música para la serenidad.