Cuando se reúnen todas las palabras juegan
al intercambio improvisado; las letras desmenuzadas como confetis corren de un
lado para otro para estar juntas en la recta del último camino.
Desde folios enteros, sueltos al
azar por las manos de un estudiante que ya se sabe, los temas; disfrutan los
apuntes de Filosofía con los de Algebra y Geometría, salen al paso: silogismos,
axiomas, teoremas y definiciones de dimensión increíble y de difícil difusión a
estas alturas de trayecto.
Las facturas hechas trizas para no
dejar rastro de cuentas, datos y débitos, parecen llorar en ese fondo oscuro
que les corta la respiración por ser de tan ínfimo cuerpo. Se lamentan
arrepentidas, ahora que su vida es efímera por los disgustos dados al llegar a
la casa y asustar al dueño de tamaña cantidad a pagar. Son ellas las que han
sido reducidas al más infame pedazo de papel, donde los números ya no cuentan
por su importancia.
Y los periódicos se mezclan entre
ideologías similares o distintas con sus letras titulares y fotos de pie
llamativos. Ya no importa si el suceso
es de sangre o trivial. Escándalos, necrológicas, deportes, política e incluso
la economía están revueltos, sin separatas ni cuadernillos de sociedad. Las
noticias ahora son añejas y han sido sustituidas por otras de más actualidad.
Abatido el papel impreso, ya no cuenta demasiado solo ocupa más espacio, más volumen.
Las
únicas palabras que quedan escritas, se escriben en el libro de notas diario,
el de la vida misma, el que escribimos cotidianamente cada día que amanece y no
es otro que el que se queda en el lado del debe y no se mueve al del haber. En
algunas ocasiones, sería mejor dejarlo caer al contenedor azul.
A todos los que os asomáis por mi ventana, quiero pediros disculpas...No tengo mucho tiempo para visitaros, lo iré haciendo poquito a poco.
ResponderEliminarEl tiempo, ese maldito contador que no para...
Así que os dejo muchos BESICOS que os debo.
Capopá, es de lo mejor que has escrito. Me ha encantado. Ese contenedor y los papeles mezclados. Y nuestras vivencias en la columna del debe y no en la del haber.Tienes una sensibilidad única, para escribir y para fotografiar. Un beso.
ResponderEliminarPD. Yo tampoco tengo tiempo de visitar a los amigos, menuda Primavera llevo.
Cabopá, si existe un contenedor de palabras, dime donde puedo hallarlo e iré a rebuscar en su interior. Soy un amante de las palabras y todas me sirven, aunque luego no sepa muy bien para qué.
ResponderEliminarA seguir usando tan bien las letras y su significado, amiga.
Bessets.
Los papeles que tiramos es parte de nuestra vida, de nuestro ayer. Y que de alguna manera queremos olvidar rápidamente. Tirar, expulsar fuera de nuestra vista, de nuestro alcance. No hay nada más viejo que el periódico de ayer...
ResponderEliminarExcelente narración, Cabopá. Muy significativa y original de forma.
Un beso.
Me gusta mucho Cabopá, hacer malabares con palabras y consguir que ninguna se caiga es muy difícil. Hoy lo has conseguido.
ResponderEliminarUn beso
Y no te preocupes, a mí el tiempo me la juega día sí y día también, me da plantón muchas veces.
Azul, todo es azul en este blog.
ResponderEliminarA mí me pasa algo parecido. He de sacar el tiempo de donde no lo tengo para visitar a los amigos.
ResponderEliminarEn el contenedor se dan cita todas las penas, todas las tristezas. Comparten el mismo rincón la factura de la luz, la carta de despido y el adios definitivo de quien ya no está a tu lado. Porque las otras cartas, las de amor, esas no se tiran nunca.
Un saludo.
Me encanta este homenaje con traje de contenedor azul a todas las palabras del mundo, las que no sirven, las que sirven, las que vivimos, las que soñamos, las que nos dedican, las que ni leemos, las que se mezclan con cifras, con teoremas, o con complicados significados.
ResponderEliminarPero especialmente me gusta el lado de las palabras dedicadas a las vivencias, las que quedan en el debe.
¿Sabes?, me pasa un poco como a Nicolás ¿querrías enviarme ese contenedor azul de tu playa ....? ¿puede que salgan historias preciosas de cuatro papeles rotos?.
Un beso querida.
Sólo el mar sabe lo que cuentan esos papeles.
ResponderEliminarBesos, Cabopá.
La palabra escrita es efímera, caduca, fugaz, casi tanto como las pronunciadas de viva voz. El prometedor diario que abrimos cada mañana tiene una vida de apenas unas horas. Su papel amarillea y se vuelve quebradizo. Las noticias se olvidan al día siguiente, y pasada una semana o menos ni siquiera pervivirán en la memoria de la mayoría. Las más bellas palabras pueden acabar en un cajón o en el fondo de un contenedor junto a los cartones de embalaje vacíos, hermanados por un destino común: servir de materia reciclable, sometidos a misteriosos procesos que les harán volver a nuestras manos convertidos en otros papeles blancos, libros fantásticos o folletos plagados de ofertas del supermercado. Nada muere, todo se transforma. Las palabras cambian de oídos y de corazón, no son tuyas ni mías, no tienen dueño.
ResponderEliminarGracias por tu hermoso texto, Cabopá. Feliz fin de semana.
El contenedor de las palabras, qué bueno, Cabopá. Allí se mezclan todas, como dices. Las que sirvieron para algo dejan de hacerlo para convertirse en palabras a la espera de que alguien las reutilice. O quizá se buscan entre ellas y cuentan historias que nunca imaginaron que existían.
ResponderEliminarUn abrazo, Cabopá.
Un buen homenaje a las palabras, Capobá, precioso leerlo con tus palabras.
ResponderEliminarY no te preocupes, se pasa por las casa amigas cuando se puede sin compromisos.
Besitos
Mira que me gusta este relato, a medida que lo iba leyendo me surgía la historia oculta que todo buen relato debe contener. Por ello, sin dejar que aplaudir el repaso que haces de los destinos de los papeles impresos y de las experiencias de la vida, el párrafo final (que no sobra, pues hay lectores que les gustará) se me hace muy explicito.
ResponderEliminarDe tus post más actuales prefiero no opinar, parece que no hemos aprendido, tapiar ventanas al mar nunca será bueno. Venga, nos leemos.