Menos mal, fue demasiado largo. Siempre es extenso
cuando es inclemente y se trata de la estación. Pero, su estancia o tránsito en la vida, transcurre
ahora en su invierno particular. De la primavera ya ni se acuerda, está lejana,
aunque las flores siemprevivas sigan entre luces cada día. Ella hace lo
imposible porque así sea. Del verano guarda, conserva y reproduce, los delicias
de cada verano. De su último verano. No lo considera lejano. Es más, lo revive
con los suyos. Con las historias de guitarra en aquellas noches de luna llena y
cielo estrellado en el pantalán de la caseta de veraneo. Del cine de sillas de
madera y bocadillo de tortilla francesa. No importa la humedad de los
sentimientos, ni de la sequedad de los días de árido calor y noches de insomnio
o mejor de noches de sueños que, después de las siestas endulzaban su vida de
joven enamorada.
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Que maravilla... precioso Cabopá.
ResponderEliminarUn abrazo.
Los detalles marcan la diferencia, son los que se quedan en la memoria, y las ganas de vivir "lo que toque porque es vida" es un principio excelente, en mi opinión.
ResponderEliminarEs un personaje cálido a pesar de vivir su invierno particular. Un invierno, que según lees el relato, le deseas florido como la primavera. Me ha quedado la memoria fijada en el personaje. Lola, flor de primavera que crece entre el hielo.
ResponderEliminar¡¡Muy bonito amiga!!
ResponderEliminarEres una artista de los microrelatos. ¡¡Enhorabuena!!
Un abrazo fuete desde mi Librillo.
Qué hermoso, Carmencica, "Porque la edad, es verdad que se nota en la cara, no en los recuerdos, no en la vida, no en la alegría". Es cierto, no hay que dejar que el espíritu cumpla años, bastante que los cumple el cuerpo. Hermosa Lola, que merece ese final que sueña feliz y tranquilo.
ResponderEliminarUn abrazo, Murcianica.