Las pisadas ruidosas y rápidas que se oyen no son de desasosiego; parecen ser aceleradas en la noche que avanza en soledad, de esa gran calle que atraviesa los sentimientos.
Mientras, en la otra calle el ruido mecánico del camión de la basura golpea los contenedores al vaciarlos.
Allí van a parar los restos de las memorias gástricas, de los que habitan las casas con la luz apagada. No es necesario oler las bocas para saber, qué han comido.
Parece un relato sacado del ambiente de Charles Dikens, si es que se escribe asi. Unas imagenes narradas de manera genial. He oido los golpes en ese camion de basura. Magnifico.
ResponderEliminarComo me recuerdas las tres y media de la mañana en mi calle.
ResponderEliminarMuy original.
Besitos
Así es la vida, en cualquier lugar, los mismos ruidos, las mismas cosas a las mismas horas...solo cambian las personas, por dentro, porque por fuera...casi omos tambien los mismos-
ResponderEliminarUn besito
Afortunadamente, no hace falta oler las bocas. Si tienen una muela cariada, ¡Ufffffffffff!
ResponderEliminar¡Ja, ja, ja, ja!
Buenas noches, digo buenos días.
Besos.
La noche y su capacidad de embrujo...hasta que los ruidos cotidianos nos hacen regresar a la realidad de siempre.
ResponderEliminarCabopá, ¿te has fijado que las basuras que peor huelen son las de los barrios pudientes? Es donde hay restos de pescado.
ResponderEliminarUn abrazo.
Son los sonidos del silencio los que oyes. Los olores de nuestras sobras.
ResponderEliminarCabopa,
ResponderEliminarMe encanta saber que alguien más se fija, le da un lugar, al camión de la basura.
¡Magnífico texto! donde se entremezclan sensaciones, sentimientos y pensamientos con un durisímo y despectivo final.
¡Enhorabuena!
Besos