La palmera mira al cielo y a la tierra con ojos amarillos. Con sus múltiples brazos que derraman frutos de sabiduría. Sus ojos, parecen un cíclope que vigila a los demás congéneres de su alrededor. En el huerto donde se encuentra Isabel, los árboles que la rodean están resquebrajados por los años ajados, por el diario proceder de lo cotidiano; abstraídos por el trabajo y las variadas ocupaciones. Y la morera sola. En soledad perpetua. Sobre todo ahora que le han podado las ramas. Escucha las voces de los que pasan por su lado y observa un poco tuerta ante la mirada furtiva de los otros.
Es una calle larga, llena de baches por los que pasa todos los días. Hoy no se ha dado cuenta de uno que al pisarlo le hace girarse para reanudar el camino ya andado. La memoria está herida y la sangre coagulada en forma de recuerdos que quiere recuperar.
Abre y cierra la ventana y vuelve a empezar el pensamiento, los pensamientos que le llegan en forma de ideas ya pensadas, qué no puede, qué quiere pero, no puede. Se agobia, se desespera y vuelve al bache. Después cruzar el paso de cebra. En la acera por la que camina, encuentra un escaparate vacío. Tiene un cartel dónde lee: “se traspasa” y un número de teléfono que no le interesa absolutamente nada.
Es entonces cuando se da cuenta que el falso espejo le trae de nuevo la idea que buscaba la que antes no conseguía recordar.
Continuará...
A Isabel
Gracias, Maricarmen, por darme a conocer el blog de Isabel. La conocía de ver sus comentarios en otros blogs, pero nunca había leído sus entradas.
ResponderEliminarBesos
PD: impaciente por seguir tu relato
Cabopaaaaaaaaaaaá, qué sorpresa mañanera más agradable. Ay, ay, ay... Me siento con una profunda emoción, se me escapan las palabras..., a mí, la palabrera irredenta. Sólo me cabe un GRACIAS tan grande como nuestra catedral barroca.
ResponderEliminarPor cierto, el relato me encanta, qué hermosura esas palabras tan bien ligadas, esos baches que nos hacen caer pero que no acaban con nosotros...
Y qué decirte de la palmera. No existe árbol que me guste más que ella. Cuando vivía fuera de Murcia y venía, en el momentico que divisaba una palmera ya me sentía en casa.
Gracias y más gracias y miles de gracias, mi queridísima amiga.
Cómo las palabras me quedan cortas, en mi blog tienes un regalico.
ResponderEliminarPues esperaré....
ResponderEliminarBesos y luego me paso por el blog recomendado.
Continuaré.
ResponderEliminarBesicos.
El relato empieza bien. Continuaré.
ResponderEliminarLa palmera. Mírala ahí tan solita y tan seria, como espiando. Testigo de no sé qué.
ResponderEliminarBueno, pues ya me quedo esperando la continuación. Lo malo es que me envicio y no estoy en lo que tengo quue estar.
ResponderEliminarY para colmo, el fantasma de las programaciones me persigue, tengo hasta el 22 para entregarlas al Cap D´Estudis ¡Qué estrés! Parece escuatro...
¡Pero qué regalicos más lindos!
ResponderEliminarVoy a pasarme por el blog de Isabel ahora mismo.
Un abrazo fuerte amiga, desde mi librillo.
Maricarmen,
ResponderEliminarjoder, si es que escribes bien. Voy a leer el 2 y luego el 3.
Besos