Clara se ha quedado extrañada, no sabe qué decir. Tan sorprendida está que le dice:
-No. Si yo tampoco lo conozco personalmente. Sé que está retirado del magisterio y que vive para sus aficiones, la familia y los nietos. Me parece una persona muy interesante, sabe de casi todo. Y no es de los que presume. Tengo la sensación de que es una persona feliz.
Ahora pasea de vuelta a casa con una sonrisa que agranda su cara. Se siente ágil, alegre y satisfecha. Hace tiempo que abrió una ventana a la que no dejan de entrar cada día aires nuevos, suaves, de los que confirman que hay personas que sin conocerlas te pueden ayudar sin saberlo.
A Clara la vida le va bien está sana y tiene una familia. Ella, dice de sí misma, ser una mujer afortunada. Clara, “de origen ilustre” del Latín, clarus. Nada que ver cómo es. Esta mujer es, clara como el agua que brota en un río en su nacimiento, fresca, transparente, alegre bella, habladora; le gusta decir las cosas de frente, mirando a los ojos, para ver siempre el color de las palabras.
Me la encontré aquel día cuando yo salía de la misma librería que ella. Me gustó que me contara “su coincidencia”. Clara y yo nos conocemos desde la Universidad. Estaba enamorada de ella. Esto me ha hecho recordar que otra fue la coincidencia que nos separó entonces; esta quedará sólo en mi memoria, en esa memoria que ahora voy perdiendo por los caminos de la vida que transito, la que me queda por vivir. Tengo que ir más a menudo por la librería. Quizás otro día me encuentre con Clara y me saque de la oscuridad que me acompaña en soledad, una soledad no buscada, como aquella de los tiempos lejanos.
Sigo caminando, cuando me llama poderosamente la atención un escaparate, me acerco y miro. Enseguida veo reflejada sobre la luna una figura femenina, cuando me doy la vuelta, oigo:
-Juan, nos tomamos un café y charlamos un rato. ¿Te parece?
-Sí. No sabes cómo me apetece Clara.
Las coincidencias nunca vienen solas, el tiempo hace a veces de testigo en lo que pudiendo haber sido, no fue.
Por los grandes ventanales de la vieja cafetería se ve a un hombre y una mujer que hablan animadamente. En sus gestos se observa la fortuna del reencuentro.
-No. Si yo tampoco lo conozco personalmente. Sé que está retirado del magisterio y que vive para sus aficiones, la familia y los nietos. Me parece una persona muy interesante, sabe de casi todo. Y no es de los que presume. Tengo la sensación de que es una persona feliz.
Ahora pasea de vuelta a casa con una sonrisa que agranda su cara. Se siente ágil, alegre y satisfecha. Hace tiempo que abrió una ventana a la que no dejan de entrar cada día aires nuevos, suaves, de los que confirman que hay personas que sin conocerlas te pueden ayudar sin saberlo.
A Clara la vida le va bien está sana y tiene una familia. Ella, dice de sí misma, ser una mujer afortunada. Clara, “de origen ilustre” del Latín, clarus. Nada que ver cómo es. Esta mujer es, clara como el agua que brota en un río en su nacimiento, fresca, transparente, alegre bella, habladora; le gusta decir las cosas de frente, mirando a los ojos, para ver siempre el color de las palabras.
Me la encontré aquel día cuando yo salía de la misma librería que ella. Me gustó que me contara “su coincidencia”. Clara y yo nos conocemos desde la Universidad. Estaba enamorada de ella. Esto me ha hecho recordar que otra fue la coincidencia que nos separó entonces; esta quedará sólo en mi memoria, en esa memoria que ahora voy perdiendo por los caminos de la vida que transito, la que me queda por vivir. Tengo que ir más a menudo por la librería. Quizás otro día me encuentre con Clara y me saque de la oscuridad que me acompaña en soledad, una soledad no buscada, como aquella de los tiempos lejanos.
Sigo caminando, cuando me llama poderosamente la atención un escaparate, me acerco y miro. Enseguida veo reflejada sobre la luna una figura femenina, cuando me doy la vuelta, oigo:
-Juan, nos tomamos un café y charlamos un rato. ¿Te parece?
-Sí. No sabes cómo me apetece Clara.
Las coincidencias nunca vienen solas, el tiempo hace a veces de testigo en lo que pudiendo haber sido, no fue.
Por los grandes ventanales de la vieja cafetería se ve a un hombre y una mujer que hablan animadamente. En sus gestos se observa la fortuna del reencuentro.
¿continuará?no lo dejes así que me quedado sin saber por donde meterle maño a la historia
ResponderEliminarLo he leído de tirón, los dos.
ResponderEliminarMe parece una historia preciosa...
Y tienes mucha razón, lo del libro no importa, ha sido solo el eslabón.
Tengo una querida amiga del blog, muy espiritual que dice que las cosas no pasan por casualidad sino con causalidad...
Tu cuento lo rafirma.
Un besito, cariño.
No Maricarmen,
ResponderEliminarLo que más importa es el título del libro, tú lo has provocado en el "desarrollo" del relato, con ello has iniciado un "nudo" que no resuelves, y has creado un "desenlace" que se desvía de la historia. Piensalo.
Besos
La vida está llena de casualidades, coincidencias y reencuentros. Lo más normal es, sin embargo, el distanciamiento, los caminos divergentes, los desencuentros. Todo depende de los polos de los imanes.
ResponderEliminarUn saludo.
Estos relatos intimistas los bordas. Creo que están bien así. Cada uno que prosiga y "adapte" sus vivencias al relato. Un beso
ResponderEliminarMe ha parecido un relato precioso, Cabopá.
ResponderEliminarParece inconcluso, pero abierto a diversos finales que podemos pensar para el cuento.
Besos.
· Es un relato estupendo. Se lee fácilmente (podrías haberlo publicado de un tirón)
· Me gusta el mundo de las casualidades. Una mirada atenta te permite descubrir que hay muchas más de las que parece.
· besicos
CR & LMA
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A mi me gusta como está.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pues a mi entender, le falta la tercera y última parte (el desenlace), donde espero encontrar el título del libro tan esperado. Comparto la opinión de Antonio Misas.
ResponderEliminarMe encantan las coincidencias, me explican el porqué de muchas cosas.
Besicos de madrugada.
PD: hoy te dediqué un poema.
un beso desde londonnnnnnn
ResponderEliminarmuak
He leido tus relatos pero no puedo comentar son preciosos, hoy lo intento, estoy en el campo y no tengo Internet.
ResponderEliminarNo fué mi cumple era el día del maestro.
Un abrazo fuerte amiga, desde mi librillo.
Un relato fascinante.
ResponderEliminarHoy estoy disfrutando de cierta mejoría después de un accidente casero en la cocina; ayer me abrasé dos dedos de la mano izquierda, se me ha quedado la señal blanca de un anillo que llevaba puesto, lo demás está rojo pero afortunadamente sin ampollas gracias al Halibut, con cuyo pringue ando luchando, jajaja.
Un besico
La vida está llena de fantásticas coincidencias, también en el amor, claro.
ResponderEliminarSí, una tercera parte no estaría mal. Besos.
Con tu permiso, deja que cada uno terminemos el relato segun los ánimos y disposición, será un desenlace distinta para cada uno pero nuestros deseos se veran cumplidos, besitos
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