Dos días a la semana a veces tres, pues los sábados suelen
jugar campeonatos. Los tres amigos salen a un campo alfombrado de color verde y
esplendidos lagos de aguas cristalinas. Entre golpe y golpe pasan las tardes placenteras
de la jubilación recién estrenada. Lo
que podría parecer un juego de palabras, no lo es, todas están bien definidas:
golpe, palo, bola, zapatillas, atuendo, filazo, corbata, globo, chip, green,
aprochar…Y ellos las saben, como saben
las reglas, bien.
Justino, Dámaso y Ponciano se conocen desde hace tiempo y
comparten la afición con buen talante. Ocupan las horas de júbilo y vuelven exhaustos pero
contentos. Si se toman unas cervezas, hablan del deporte que practican, si
compran un palo o unas bolas, lo hacen juntos.
Justino y su mujer no hablan de golf. Le cuenta pequeñas
anécdotas, ella escucha y le da consejos: “sólo es un juego. Disfruta y
pásatelo bien”.
Por el contrario, Dámaso cuenta casi todo a la suya. La
mujer de Justino se entera por ella de algunas particularidades, por ejemplo:
“Qué no vienen a comer”.
De Ponciano, se sabe que le gusta ganar, que su mujer cada
vez que él se compra un nuevo palo o se inscribe en un torneo, ella se compra
un par de vestidos, aunque sean de mercadillo. Tiene el armario repleto,
algunos sin estrenar.
Al parecer como todo en la vida, el respeto es algo
fundamental también en este deporte. Un día luminoso del mes de abril, después
que la lluvia ha regase con gran generosidad la hierba, los tres amigos
adentrados en el campo allá por el hoyo 11 discuten: “si par o no par”. El sol relucía sobre sus cabezas cubiertas por
la gorra. Enzarzados en la jugada sobre el Green, “qué si había sido un albatros, qué si una corbata, qué ese no es tu hándicap…” Ponciano lanzó los palos de
forma bastante airada y un tanto violenta sobre los amigos. No era la primera
vez, pero sí sería la última. Se fue del campo echando exabruptos de todos los
colores. Justino y Dámaso no le volvieron a llamar.
Cuando llegó a su
casa se encontró una nota sobre la mesita de la entrada. “Estoy hasta las
narices de comprarme trajes, no me da tiempo a estrenarlos”. Él aún seguía rumiando,
si la jugada había sido “bajo par”. Su
mujer nunca volvió.
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Quiero compartir con todos este relato que no ha sido seleccionado por La Esfera Cultural en la convocatoria de "Con un par de narices"... Otra vez será.
¡ Enhorabuena a los finalistas y por narices que gane el mejor!
Lo interesante es participar. O al menos eso dicen.
ResponderEliminarA ese señor no había quien lo aguantara, así como dice la copla, solito se quedó.
¡ Ah Cabopá ! a seguir concursando. No hay que tirar la toalla.
Saludos, manolo
Conoces la FERIA DE SEVILLA? Ven a mi blog Gracias
Genial!!!!! A controlar ese caracter.
ResponderEliminarUn placer leerte.
Buen intento. Ese armario lleno de vestido, muchos sin estrenar, es una imagen triste del desencuentro.
ResponderEliminarUn abrazo.
suerte en la próxima.
Mal día tuvo ese pobre hombre, no todo sale a pedir de boca.
ResponderEliminarBesos besos
Nunca me gustó el golf, pero con tu relato, he aprendido algunas cosillas. Que es malo para la amistad y para el amor. Je, je, Un beso y a seguir participando, lo importante es escribir.
ResponderEliminarA seguir participando, Capobá, lo importante es escribir como bien dice Mar. Original el tema con el golf por medio. ¿Qué tal se te da este deporte?
ResponderEliminarBesitos
Como le dije a Fernando, después de enterarme que podían no seleccionar un micro en La Esfera!!!, con los concursos lo mejor es aprovecharte de ellos, o sea, participar por diversión y luego olvidarlos. Chimpún.
ResponderEliminarPues a mí me encanta. Yo no solo lo hubiera seleccionado, lo hubiera premiado.
ResponderEliminarBesicos.