Olegario Rodero Laguna es hijo
de un conocido y afamado especialista en Otorrinolaringología. El día que
inauguró su consulta lo hizo a bombo y platillo, tanto, que la noticia pudiera
llegar hasta a los sordos.
El padre le pasó la nómina de su clientela, igual que le
ofreció el instrumental y le dejó la séptima planta de un edificio muy bien
ubicado en un barrio de alto nivel adquisitivo. Y, le dijo: “hijo, las
gargantas son muy importantes. Dedícate a ellas”. Olegario es hijo único.
Heredó de la madre una imponente nariz, regia, señorial, de corte heleno.
Quizás debió dedicarse a la cata de vinos, narices no le faltaban, pero fue, por
tradición familiar, otorrino, contentando así a sus progenitores que siempre le
daban consejos. La orgullosa madre del
especialista en garganta, oído y nariz le decía “los audífonos son el futuro.
Dedícate al oído”. Ella disponía de un buen olfato comercial. Napias no le
faltaban.
Pasó el tiempo y un día Olegario llamó a sus padres para que
vinieran a la consulta. Usó como pretexto la compra de un nuevo equipo de
rinoplastia. Quería saber la opinión de su padre. Le iba mejor que bien. Tenía
pacientes de variopintas sintomatologías. Cuando llegaron, después de los
rituales saludos, él los hizo pasar al
despacho. Una vez sentados, les espetó sin preámbulos, su decisión: “Me
dedicaré a la nariz, y la primera en operar ha sido la mía. ¿Qué os parece?”
Los padres, que no se habían percatado del hecho, se miraron atónitos, con las
orejas prestas a sus explicaciones.
Después
de la impresión sufrida, la madre no sólo hizo alusión a la nueva y perfecta
nariz, sino que tal como se las gastaba ella, después de comprobar, que su hijo
se había desprendido de aquel apéndice que ambos compartían y, a modo de sentencia profirió: “Te ha quedado
perfecta, quién mejor que tú para hacerte de una buena clientela, hijo mío.” El
padre corroboró la opinión de su señora,
cómo no: “Has tenido un par de… Y mira que no rima con narices”
Olegario se convirtió en un reconocido especialista, publicó
su proeza en las mejores revistas científicas de medicina. Lo hizo con todo el
rigor y basándose en la evidencia clínica, pero tuvo la osadía de llamar a su
publicación “Mi epopeya anti-helena”. Su madre nunca lo perdonó.
______________________________________________________________________________________________
Envié este relato a La Esfera Cultural en la convocatoria "Con un par de narices". No fue seleccionado. Otra vez será...
_______________________________________________________________________________________________