No había viajado mucho; si acaso se enamoró alguna vez, no fue la mujer de su vida; un trabajo cómodo: empleado de una Compañía de Seguros. Reside en una ciudad del sur donde se trabaja, se pasea o se toma el vermú. Sólo a la hora de dormir o cuando llueve la gente está en casa.
Domingo, tiene trabajo y salud, un nombre festivo al que no hace mucha gala, es más bien pesimista un tanto taciturno, no menos maniático y rigurosamente ordenado.
Trabajó hasta que cumplió los 65 años, encargó en el bar de la esquina un suculento aperitivo y se despidió de sus compañeros de aquella manera tan particular a la que los tenía acostumbrados:
Nadie dio importancia a sus palabras dándole palmaditas en la espalda y algún abrazo. Todos le alentaban a vivir muchos años celebrando su buena salud.
En los primeros años de retiro iba de vez en cuando a tomar un vino con la gente de la oficina. Luego dejó de ir, tampoco se le veía mucho por la ciudad, hasta que un día se encontró con un compañero que se interesó por su salud. En una ocasión, con aquel otro que emocionado al verlo le decía con mucha vehemencia: “no sabes cómo me alegro de verte. Me alegro, me alegro”. De pronto y en un alarde de sinceridad le dijo: “se ha comentado que habías muerto…Así que hace un mes, ofrecimos una misa por tu descanso eterno”
Dándole las gracias, se fue. Y él se quedó pensando:
- ahora me toca morirme…
Este micro lo escribí hace mucho tiempo, está basado en hechos reales, pero creo que no ha perdido su vigencia. Hoy me apetecía compartirlo, por eso del día...
ResponderEliminarGente anónima, de vida anodina, prescindible como tantos...
ResponderEliminarUn saludo.
Cabopá, cuando uno se jubila se muere de su rutina, pero yo creo que empieza a vivir. Domingo, por lo que se percibe, no quería jubilarse y cuando lo hizo se dio cuenta que tampoco era tan imprescindible en el trabajo. Así es la vida.
ResponderEliminarMe gustó esa idea.
Bessets.
La realidad sopera la ficción.
ResponderEliminarEs muy gracioso.
Para muchos jubilarse es morir un poco...
Un abrazote.
Eres sorprendente Cabopá. Me ha gustado mucho el relato. La vida de algunas personas es tan anodina que da igual si están o no están. Vivamos cada día como si fuese el última, celebrándolo. Un beso.
ResponderEliminarMe acuerdo del relato.
ResponderEliminarMe gustó tanto como ahora, tiene gancho.
Un besico
Impactante forma de mirarlo... Pero el silencio nunca es la muerte, o no necesariamente. Puede ser el sueño, el descanso, tomar impulso, una pausa antes de vivir más intensamente que nunca.
ResponderEliminarPues no parece muy optimista este buen señor. El caso es que cuando uno que está sano dice: Ahora me toca morirme, es que ya no quiere vivir.
ResponderEliminarMuy apropiado tu relato, Cabopá.
Un beso.
El trabajo absorbe gran parte de tu tiempo pero no es lo único en la vida.
ResponderEliminarYo tengo otra visión distinta del protagonista del relato.
Cuando te jubilas no se acaba tu vida, todos tenemos aficiones que muchas veces no puedes realizar por falta de tiempo. Ahora le puedes dedicar todo el tiempo que quieras sin ser esclavo del tiempo.
Jubilarse no consiste en estar todo el tiempo sentado en un sofá esperando que pasen las horas. Jubilarse es poder disfrutar de la vida estando ocupado mentalmente y físicamente.
Gracias por entrar en mi blog, siempre que quieras ya sabes donde me tienes.
http://ventanadefoto.blogspot.com/
La vida, su transcurso y la resignación, una resignación a esas edades que no es buena, pues son muchas las cosas a las que uno puede dedicar su tiempo con pasión.
ResponderEliminarPero sí, nuestro protagonista era resignado o, quizá, irónico, y decidió que le tocaba morirse.
Besicos.
¿Sabes? Todos estamos en la antesala de la muerte, a unos les toca esperar más que a otros, nada más.
ResponderEliminarBesicos
Algunas personas no saben encajar la jubilación y se quedan aislados, lo mejor es dedicarse a aprender nuevas cosas, todas las que no se han podido hacer en tiempo de trabajo.
ResponderEliminar¡Muy bién escrito Carmen!
Un abrazo fuerte amiga, desde mi Librillo.
Un relato estupendo para un día como el que marca el calendario, pero con un calado tremendo.
ResponderEliminarBesos
Eres una maestra. Yo, cuando repaso lo que escribí apenas hace un año, ya lo encuentro avejentado.
ResponderEliminarBesicos.
Espero que a mí, antes de dar una misa en mi nombre, me llamen para verificar los comentarios. Con compañeros como esos, a lo mejor, también me habría aislado.
ResponderEliminarBesos
Ahora toca vivir...
ResponderEliminarsaludos
Yo creo que incluso lo tenía pensado mucho antes de jubilarse...¡con las ganas que tengo yo!
ResponderEliminarBesos, murciana amiga.
...de jubilarme, digo.
ResponderEliminarHay personas así, no saben gestionar su tiempo después de la jubilación y solo esperan la muerte.
ResponderEliminarMuy buen relato Cabopá.
Besos desde el aire
Un relato tan real como la vida misma. Cada uno gestiona sus rutinas como puede, pero cuando no hay rutinas... Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarAbrazos,
Recuerdo el caso de un bejarano que le dio un día por poner en todas partes su propia esquela para ver la reacción de la gente... Ni que decir tiene que era un bromista de tomo y lomo, así que el día en que se murió de verás la gente no se lo creyó. Prefiero esta muerte de risa, de broma, que la verdadera o que la muerte en vida, que es mucho peor que todas ellas.
ResponderEliminarBesos
· Y es que desaprovechar ese funeral y/o misa ¡que desperdicio!
Me ha gustado tu relato, con todas las aguas bien centradas y sabiendo encontrar un final en perfecto equilibrio.
Ah... adjudicado el modelito negro de la izquierda. Descarga, recorta y pega donde convenga.
· besicos salados
CristalRasgado & LaMiradaAusente
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