En el techo había una lámpara de múltiples lágrimas, paredes recubiertas de vetustas estanterías llenas de libros, en el suelo pilas de ejemplares por colocar. Un mostrador de madera flanqueaba el arco que conducía al almacén. Delante de la máquina registradora tan antigua como el local que la albergaba, siempre aquel señor amable que sabía de libros. Sobre un taburete una señora encantadora, adornada por su sonrisa tierna y cara lozana para los años cumplidos.
Entrar, ya era un placer por la estampa que representaba; oler el aroma del papel recién imprimido y encuadernado, impregnaba los sentidos, tocarlos y ojearlos la primera maravilla; sin haber viajado nunca.
Llegar, pedir un título, una cuestión de rápida solución. Al momento, la obra en la mano, envuelta en un papel de seda que lo abrigaba. Salir, abrazándolo, que no fuera a ser que se sintiera extraño – ya era tuyo- ante las inclemencias de la calle.
Manuales de texto, obras completas, diccionarios, novelas, ensayos y poemas que salían de las hojas y saltaban con su rima y ritmo por los huecos de las estanterías. Los demás, allí, a la espera que subieran los apilados del suelo para hacerles un sitio. Otros, en silencio dormían el sueño de los años, arropados con un manto blanco o haciendo guiños a la espera de que llegase un sabio o el docto profesor jubilado.
Ya en la casa, desenvolverlo con sumo cuidado y forrarlo para que nos se sintiese extraño, acariciándolo con las manos. Abrirlo, leerlo, mirarlo, olerlo, saborearlo, tocarlo –ya es tuyo- percibir con todos los sentido y recordar el momento de la adquisición, un delicia inenarrable…
Junto al cine viejo de la ciudad, cerca de la taberna de vinos de grifo,en toneles de cosechas añosas, próxima a la tienda de calzados de esparto y a la platería argentina, estuvo, La librería. Marta cuando pasa por allí siempre la recuerda; sus sabores quedaron en la memoria.
Hacía tiempo que no os dejaba un relato, ayer con motivo del día de "Las Librerías" me salió esto...
ResponderEliminarEn mi ciudad las librería que quedan ya son como un "gran almacen" de libros. Sólo queda una en la que los libreros, los que venden libros saben por lo que preguntas...Por si entran por aquí, va por Alfonso y Antonia.
Cuanto cariño hay en este relato por el libro y las librerías de antes. Muy bien escrito. Precioso homenaje para el día de las librerías. Un beso. MAR HORNO
ResponderEliminarEs un relato y es un homenaje al cual me sumo. Y más en estas épocas en que todo va de baja.
ResponderEliminarYa apenas quedan libreros de profesión. La Casa del Libro en Gran Vía es un simple supermercado de libros, como tantos otros. En mis tiempos universitarios pocos libreros te informaban, recomendando este o aquel manual. Destacaba entre todos Jesús Ayuso, de Fuentetaja. Un señor librero, culto y puesto al día. Daba gusto comprar allí. Ahora se han cambiado de local porque amenazaba ruina el anterior.
ResponderEliminarUn saludo.
Es muy bonito, Cabopá. Transmite todo lo que significan para muchos de nosotros las librerías, esos lugares maravillosos donde es un placer consumir e ir de compras (no como en otros, que se hace por obligación, como ir a comprar comida o ropa). Da gusto curiosear allí, dudar, ver hasta dónde podemos llevarnos...
ResponderEliminarUn abrazo y que podamos conservar muchos años esos libreros que nombras.
Que bonito. Aquí hay una librería decana con un viejito que insiste en meterse en todo y es tremendamente cortés y ceremonioso y dos hijas que atienden ahora el negocio, bordes y sinsorgas...me da una rabia, lo que yo daría por trabajar en un sitio así... y estas siempre parece que han desayunado un lapicero cada una
ResponderEliminarBesicos
Entrañable relato. Gracias por tu visita y por las ventanas que nos abres o nos señalas.
ResponderEliminarCabopá, precioso relato de nostalgía. Ya quedan pocas librerías como las de antaño, en que como indicas, cuando entrabas por la puerta ya se respiraba a libro. Hoy en día, con las nuevas, parece más un Corte Inglés.
ResponderEliminarMe ha gustado el ambiente que recreas.
Bessets.
Se nota cuales son tus preferencias, Carmen, describes el momento de la compra de un libro estupendamente.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte amiga, desde mi Librillo.
Creo que era Borges el que decía que más que vanagloriarse de las páginas que se han escrito resultaba más lógico hacerlo de las que se han leído.
ResponderEliminar¡Buen relato!
Salu2
Alfonso es mucho Alfonso, ya lo creo.
ResponderEliminarUn relato marca de la casa. Muy bien escrito:" abrazándolo, que no fuera a ser que se sintiera extraño – ya era tuyo- ante las inclemencias de la calle", y muy evocador. Los libros, no cabe duda, son tu salsa.
¿Era Marumón la alpargatería?
Besicos.
Veo que aquí tampoco se actualizó mi blog con su última entrada. En todo caso, el problema en mío. No sé a qué se deberá.
ResponderEliminarUn saludo.
¡Ah, qué bonito! Para mí una librería bien surtida es un paraíso, y tú pintas ese ambiente que da gusto.
ResponderEliminarUn besico
Perdona mi tardanza Cabopá...
ResponderEliminarEntrar en una librería es entrar en un mundo mágico lleno de sueños...El olor, el sonido amortiguado de las páginas...
Besos desde el aire
· Veamos. esa librería... se cae. ¿Porqué no haces tu propia foto? Sabes más que de sobra hacer algo mejor que ir a internet... digo. Si estuviera ahí... te acompañaba a hacer la foto.
· besicos salados.
(no sólo se caen las aguas)
CR & LMA
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Seguro que todavía encuentras alguna librería así por ahí.
ResponderEliminarHay libreros que se resisten a cerrar y nos procuran a los amantes de los libros el placer de buscarlos y hacerlos nuestros en un pequeño santuario.
Aquí en Barcelona, hay buenas librerias y, aunque algunas sean menos historiadas que la que describes, también da gusto pasarse una tarde entera deambulando por ellas.
Un beso,
He aterrizado por aquí y me he quedado en esta entrada, puede que por el amor que dispenso a toda librería que se aleje de un simple "almacén de libros". Me gustan las librerías con encanto, y me encanta el momento de llegar a casa y quitarle suavemente el papel al libro que he comprado. Curiosamente en estas librerías que yo dijo, te los envuelven en papel de estraza o parecido, y huyen de la bolsa de plástico que parece transmitir un frío y desconsuelo al libro que acaba de ser separado de los suyos.
ResponderEliminarMuy bonito relato con este tema que tanto me gusta.
Me quedo por aquí, Carmen, vengo de leer tu relato de la Esfera y también me ha gustado.
Un beso des-
demispalabrasylasvuestras.