No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo. Oscar Wilde

jueves, 14 de mayo de 2009

SIEMPRE

Mirar por la ventana con la taza de café con leche humeante, asida entre mis manos frías y notar el calor que desprende la porcelana china, supone la sensación, de despertar cada día. Untar de mantequilla el pan de ayer tostado, un ritual. Añadir una buena cucharada de mermelada de ciruela casera, es inferir la energía necesaria para ponerme en pie. Un sorbo del contenido de la taza, o un bocado a la tostada paladeando tranquilamente el desayuno, es algo obligatorio, además de necesario en mi vida.
Soy el voyeur del amanecer de cada mañana. Veo las grúas plantadas en el solar que pronto será un edificio; a los barrenderos que fuman un pitillo, cuando salen del bar, para después iniciar el trabajo sobre las aceras llenas de hojas, hijas del otoño. Miro otras ventanas que se van encendiendo, como pantallas luminosas hacia el exterior oscuro del naciente e imprevisible nuevo día. Suben las persianas despacio, en otras terrazas y balcones, las rendijas dejan pasar la luz de la lámpara, se puede intuir que nuevas vidas cotidianas se ponen en pie, con diversos y variados asuntos, imposibles de adivinar sólo con la mirada. A veces intento imaginar.
Me ducho, me visto y salgo a la calle. Todos, cada día, hacemos algo parecido, igual, diferente, semejante. Sinónimos de existencias que quizá no se encontraran en el camino jamás.

2 comentarios:

  1. Y además sueles escribir estas cosas a partir de las 12 de la noche, lo cual las hace más íntimas.

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  2. Yo también soy de las que madrugan. Pero espero que nuestros caminos sí se encuentren alguna vez. Eso que cuentas de la taza de leche con café, la tostada...me suena tan familiar, tan conocido y cotidiano, que me hace creer que coincidimos en otra cosa más y van ya un montón. Aumenta la simpatía, como si ya nos conociéramos en persona.

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