A través del cristal, empañado por la respiración agitada del que mira sin cortinas, ni visillos, se puede observar como deambulan las ideas sobre los paraguas, las palabras sobre las aceras.En el mirador del quinto izquierda, una mujer descuelga los brazos esperando el saludo desde el tranvía que recorre las palmeras. Bajo la marquesina de espaldas al sol, hay una maleta que espera ser recogida, está llena de caricias abandonadas a su suerte. Llega hasta allí una pelirroja de pelo ensortijado que desprende una enorme aura de despiste. Al tomar el transporte tirado por la catenaria, siente un rubor inapreciable por su tono de piel y un suave cosquilleo le recorre todo el cuerpo. Cuando llega a su parada, baja con los brazos abiertos se abraza a ese chico regordete que la espera. La maleta se queda sobre el banco de la estación; ellos, se van cogidos de la mano.
Qué relato más fresco, me ha gustado un montón.
ResponderEliminarTe dejé un contestación en mi blog. Pero no, las mariquitas no son de plástico. Son de verdad y aparecieron en mi patio como cuento.
Pasa un buen fin de semana, me paso otro ratito para ponerme al día.
Besos.
Las mayúsculas de colores, forman un acróstico, ¿no? Si no lo has hecho a propósito, yo me he entretenido buscando correspondencias. La palabra "calle" sale fija. Un buen ejercicio de observación.
ResponderEliminarBuen relato, pero me hace gracia que Clares busque acrósticos y demás, es la deformación profesional que nos hace detectives lingüísticos jejeje
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