Sigue caminando sin rumbo preciso. Se dirige hacia el puente que cruza el rio, en la zona alta de la ciudad. Se ha ido parando por el camino tejiendo el mapa de los sentimientos que le afloran, a la vez que olvida. La técnica que emplea no es fácil de describir pues Rosa, se aleja o se aproxima en sensaciones variadas, las que se le presentan a cada paso. Se ha trasladado varias veces de domicilio. Ahora es el momento de recuperar el tiempo, esa amistad conservada en frasco de frágil cristal. Por los detalles que contiene, son valiosos en la memoria de quienes celosamente los han guardado. Hace tanto que necesita ver o hablar que no se fija en nada más. Quizá ha puesto demasiadas expectativas.
Durante la semana todos la llamaron y quedaron para verse muy pronto. Ella lo creyó. Siempre la persiguen las prisas; los acontecimientos, viven en ella los momentos más duros y fugaces que la vida le exhibe de vez en cuando; cuando menos se lo espera. Sale de todos airosa pinta las paredes de colores verdes, tan verdes como los de un mar que ella describe cercano, cuando el sol ilumina el fondo.
Hoy las aceras son de colores, el asfalto en sus chasquidos asfixiantes no le afecta, lo ha mirado con los ojos que no tiene, con los ojos del optimismo. Hoy había aparcado en el sótano la mirada esquiva que vive con ella desde hace años. Los temores desaparecerían, al menos así lo deseaba.
Rosa está sola en su soledad pretendida. Ahora vuelve a cruzar el puente y vuelve en la dirección que hace unos momentos la llevaba donde la esperaban. No ha sido posible esta vez. Otra vez será; se conforma en silencio como siempre. Por dentro está deshecha en un laberinto sin salida.
Se siente acelerada en el caminar de vuelta. Va deprisa, sin reparar en lo de alrededor. Su cabeza está en la situación vivida. No tiene ganas de volver la vista atrás. No lo hace. Camina, camina al punto cardinal donde todo tiene sentido, en este caso, el norte.
Ahora, está llegando al portal de su casa. Introduce la llave en la cerradura, entra y mira hacia atrás, observa el portón y suspira a la vez que piensa: no volverá a hablar cuando la inviten a casas donde su opinión no es tenida en cuenta, en las que no es apreciada.
Ella es feliz pintando palabras sobre los tejados, sobre los espejos. Las puntillas que guarda en la cómoda de la abuela, serán hoy su paño de lágrimas. No volverá nunca a tender lazos hacia quienes ponen siempre escusas. A los que cuando se les pregunta, siempre contestan “No sé”…
Rosa está en su casa, se sienta sin prisas, abre un libro y observa sus plantas. Hace años que ya nunca tiene prisa. Todo lo que ha ocurrido ha sido pronto y muy temprano. Así que desde entonces se toma todo sin prisa.
Durante la semana todos la llamaron y quedaron para verse muy pronto. Ella lo creyó. Siempre la persiguen las prisas; los acontecimientos, viven en ella los momentos más duros y fugaces que la vida le exhibe de vez en cuando; cuando menos se lo espera. Sale de todos airosa pinta las paredes de colores verdes, tan verdes como los de un mar que ella describe cercano, cuando el sol ilumina el fondo.
Hoy las aceras son de colores, el asfalto en sus chasquidos asfixiantes no le afecta, lo ha mirado con los ojos que no tiene, con los ojos del optimismo. Hoy había aparcado en el sótano la mirada esquiva que vive con ella desde hace años. Los temores desaparecerían, al menos así lo deseaba.
Rosa está sola en su soledad pretendida. Ahora vuelve a cruzar el puente y vuelve en la dirección que hace unos momentos la llevaba donde la esperaban. No ha sido posible esta vez. Otra vez será; se conforma en silencio como siempre. Por dentro está deshecha en un laberinto sin salida.
Se siente acelerada en el caminar de vuelta. Va deprisa, sin reparar en lo de alrededor. Su cabeza está en la situación vivida. No tiene ganas de volver la vista atrás. No lo hace. Camina, camina al punto cardinal donde todo tiene sentido, en este caso, el norte.
Ahora, está llegando al portal de su casa. Introduce la llave en la cerradura, entra y mira hacia atrás, observa el portón y suspira a la vez que piensa: no volverá a hablar cuando la inviten a casas donde su opinión no es tenida en cuenta, en las que no es apreciada.
Ella es feliz pintando palabras sobre los tejados, sobre los espejos. Las puntillas que guarda en la cómoda de la abuela, serán hoy su paño de lágrimas. No volverá nunca a tender lazos hacia quienes ponen siempre escusas. A los que cuando se les pregunta, siempre contestan “No sé”…
Rosa está en su casa, se sienta sin prisas, abre un libro y observa sus plantas. Hace años que ya nunca tiene prisa. Todo lo que ha ocurrido ha sido pronto y muy temprano. Así que desde entonces se toma todo sin prisa.
Pero, Rosa ha vuelto hoy deprisa.
A un buen lector, Antonio.
Se admiten todas las críticas y correcciones necesarias........Soy atrevida e invento historias cercanas al absurdo, como esta.
ResponderEliminarPero,esto es lo que hay............
Hay que volver deprisa de aquellos lugares donde no somos nosotros mismos y no nos sentimos a gusto. Y una vez que regresamos a nuestro refugio, nuestro reino, no tener prisa y deleitarnos en la contemplación. Me ha gustado la filosofía de Rosa, y no me ha parecido en nada un absurdo.
ResponderEliminarBesitos
¡ay maricarmen! qué disgustos me das, si lo sé no te digo nada. Que a mi me encanta lo que haces, lo que pones en el blog, la playa, las palabras y absolutamente todo. Esta semana estoy agotado, que he empezado a trabajar, no abro casí el blog y los cuentos los llevo en la cabeza, no tengo tiempo ni para escribir.
ResponderEliminarNo quiero sentirme como Rosa, ni que nadie se sienta así. A mi me gusta que me quieran y que me tengan en cuenta y medir la espectativas que pongo, que cada uno sea como es y quiera ser, que sueñe que imagine y que se sienta correspondido, no así... pero si tiene que ser así, que sea. Que llene su lenguaje de sensaciones poéticas, que lo describa con confusión, sin prisa, que cruce el puente y que mire el pontón que dejó a sus espaldas... que la amistad en la vida ha de ser recíproca, que nadie es más para hacernos de menos, al menos libremente, que todo se paga con el vacio, pero que en él, que permanezcan otros.
La incertidumbre genera confusión e inseguridad por supuesto... y desánimo. No hay nada absurdo aquí y lo sabes, y sabes que lo que cuentas no va a generar preguntas porque lo has contado, has realizado un trayecto en una dirección y otro de vuelta, se la ve a Rosa ir y regresar, se la ve ir con ilusiones y volver con decepciones y se la ve, en el parrafo final, segura, superando los inconvenientes, resolviendo esa cosa de los afectos y sabiendo quién es ella y porque decidió ir "sin prisa" aunque hoy haya regresado deprisa junto a los libros y las plantas. Junto a las cosas y los objetos que nos salvan y nos devuelven lo que otros nos hicieron perder en la calle.
(Hace poco le dije a alguién: "no me gusta ir a la casa de mis "enemigos" prefiero que ellos vengan a mi casa" prefiero un entorno seguro, jugar en mi campo este partido.)
Gracias MariCarmen, por darme el placer de que me lo cuentes todo, a tu manera, con otro texto que justifica el anterior y que ya no deja nada al azar. Y gracias por dedicármelo, es un gran regalo.
Muchos besos y mil abrazos.
Nadie la espera en realidad al otro lado. Todo ha sido una excusa para regresar a su soledad, único espacio físico y mental donde se encuentra verdaderamente a gusto, con sus libros, sus plantas...pero ha de comprobar con ese viaje "sin rumbo preciso" que no hay nada ni nadie que merezca la pena esperando más allá del puente...un puente que en realidad no lleva a ninguna parte.
ResponderEliminarUn saludo.
Con tus relatos breves siempre sugieres temas para narraciones más extensas, a mí al menos. Eso ya es un mérito grande. Dejas entrever, más que mostrarlo todo.
ResponderEliminarLos antiguos llamaban a eso que has narrado "secum vivere", vivir consigo, a solas.
Muchas veces es deseable. La crueldad abunda, da miedo. La soledad preserva de sufrirla.
¡AY Mari Carmen! ¡Que te estás volviendo escritora!
ResponderEliminarGracias por tu comentario. Sin necesidad de librillo, ni de recetas, podemos hacer la "Paellica" cuando tú quieras, elige el día y preparo los ingredientes, bueno el arroz lo tengo, que no se pasa, je, je...
Un abrazo fuerte amiga, desde mi librillo.
No creo que haya nada que corregir.
ResponderEliminarA mi me ha encantado de principio a fin lo que has puesto.
Petonets
¿y porqué?
ResponderEliminarvamos que hoy hacia dia para quedarse por ahi de paseo
;)
un beso