Gertrudis pasó por allí esa tarde. Siempre que lo hace se fija en la cabina. Sola, plantada en aquella acera desgastada por el continuo trasiego; casi abandonada, sin uso apenas, ahora es tiempo de otras vías de comunicación. Gertrudis tiene pensamientos encontrados cada vez que pasa y la ve. Mirando alrededor le hacen amparo unos castaños de Indias, unas jacarandas, coches aparcados grandes edificios impersonales por su simetría, oficinas llenas de ejecutivos que merodean con su portátil buscando señal. Sola, se halla esperando la caricia de alguna llamada; muy de vez en cuando alguien coge el auricular y marca un número, entonces se siente menos sola, acompañada por la conversación. Ellas, las cabinas están prácticamente en extinción.La tarde era desapacible, hacía mucho viento las hojas de los castaños se arremolinaban por las esquinas de los edificios cercanos, los parterres verdes habían quedado matizados por el ocre de las hojas secas recién caídas. Gertrudis caminaba al lado de sus pensamientos que la llevaban y traían por otros derroteros a los que no quería hacer demasiado caso. Algo le llamó la atención al pasar junto a la cabina, pero siguió ensimismada en su nube de ideas sin gotas de lluvia. Andados unos pasos retrocede, vuelve y observa la cabina, esta vez no repara en su silueta, lo que le ha hecho volver es, un objeto que hay sobre la repisa. Mira alrededor y no ve a nadie, alguien se ha olvidado una agenda gruesa, vieja y ajada por el uso. Duda qué hacer, si cogerla o dejarla. Se pregunta sin respuesta. Piensa que quien la haya olvidado vendrá a por ella. La curiosidad le insta a mirar, la abre por la primera página y se encuentra con varias hojitas pegadas con mensajes recordatorios de cosas por hacer: comprar detergente lavavajillas, llevar traje a la tintorería, mami te queremos mucho. No te olvides el cuaderno, escrito con letra escolar, firmado por Jorge y Patricia. Le enternece lo que con un repaso ligero ha leído y cierra la tapa con cierta censura personal. Piensa que ha invadido la privacidad de alguien que no conoce. De pronto se da cuenta que en el reverso de la tapa hay otra nota en papel de color verde como las hojas secas, donde se lee: hoy tengo que escribir el segundo capítulo de la novela...
Ahora Gertrudis sigue su paseo, las gotas de lluvia caen sobre sus hombros. Dentro del bolsillo interior de su chubasquero, lleva unos folios escritos con letra de una caligrafía excelente.
Os invito a dar un final a este relato.
ResponderEliminarBuscando por ahí, lo he encontrado, me siento incapaz de deshacer el nudo...A la espera me quedo
Lo mismo ni hace falta,pero...inconcluso queda.
Creo que está perfecta como está...Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarBesos desde el aire
no lo termines tan pronto, añadele una trama y escribe unos cuantos capitulos. seguro que quedará muy bien
ResponderEliminarQué difícil reto.
ResponderEliminarSeguro que tú ya tines la idea y nos quieres poner a prueba jajaja
Un besico y...mira el correo que te he mandado.
Jacarandá, qué bonita palabra. Me trae recuerdos de adolescencia, Tagore, Juan Ramón, ... Quizá la historia que hay que contar tiene algo del misterio de las cosas perdidas, abandonadas y de a quién pertenecerán. Seguro que nos sorprenderás.
ResponderEliminarMe ha encantado encontrarte en otros lugares. Lola
me gusta esta primera fotografia: las nuves, curiosas, se desplazan por la ciudad.
ResponderEliminarUn abrazo
Puede quedar así, ¿por qué no? Si tú, que lo has escrito, lo consideras inconcluso, intenta bucear adónde querías llegar cuando lo empezaste. Y si era sólo un bosquejo, pues tampoco pasa nada. Como tal, como un relato de semblanza, no está mal.
ResponderEliminarBesicos, amiga.
· Fantástico relato. Cobra mucho más interés si permanece inconcluso, tal como la vida misma.
Hala, ponte a escribir, que aunque los renglones se te caigan hacia el Mediterráneo, los resultados son excelente.
Muchas gracias por esas flores que cuelgas en tu blog. Creo que es un estupendo lugar, demasiado bueno para mis merecimientos.
· Besicos salados
CR & LMA
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Yo creo que la historia como la vida, cada uno le ponemos o quitamos cosas,meterse en las vidas de otros sin querer, deber ser excitante, así se siente ella, como una intrusa e intrigada. Has cambiado tu mar por esos edificios urbanos entre ese cielo que parece distinto, pero igual.
ResponderEliminarbesitos
disculpa, el comentario anterior es mío, soy Ana de certificado de existencia, no sé que le pasa a google que no puedo comentarte como antes. Voy a probar con mi dirección del blog, a ver si así, sí.
ResponderEliminaranda, tambien ando yo mañana de amarillo
ResponderEliminarA mí me gusta mucho así, como está.
ResponderEliminarAunque también tiene posibilidades de continuación. La clave está en la agenda. ¿Hace mucho tiempo que la olvidaron? Imagina que tanto como esa cabina a la que nadie presta ya atención...
Maricarmen, si te viene la inspiración nos sogues contando, sino pues está perfecto así.
Un beso,
Si me permite le digo lo que ya le han dicho, las obras son de uno, y quedan como quedan, si a usted le parece que ha de seguir, aparquela y ma´s adelante tal vez le inspire cambiar alguna cosa o finalizarla de otra manera.
ResponderEliminarMuy contrastada la ilustración tan urbana respecto a su querido mar.
Para mi ha sido un placer.
¿No será que tiene que quedarse así? La continuación está en el viento...tal vez...
ResponderEliminarBesitos, querida Mari Carmen.
Con facilidad se lee y da así una envidia sana de escribirlo. Me ha gustado mucho el paseo de Gertrudis, acompañada por esas cabinas que siempre estarán. Y el final con ese hallazgo, me ha parecido fantástico.
ResponderEliminar¿Continuará?
Saludos.