No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo. Oscar Wilde

martes, 23 de junio de 2009

ENSOÑACIÓN

En la casa de José suena el despertador de metal gris blanquecino y gruesa panza, lleno de largas horas, de inquietos minutos y cortos segundos. Ya están las agujas unidas y pegadas en las cinco en punto de la mañana. Cerca otros vecinos se ponen en marcha; todos caminan el día en este lugar y a la misma hora. Van platicando en la madrugada; se les oye por la ventana de esas casas bajas agrupadas en hileras, dentro familias varias, unas por parentesco, otras por oficio. Se desperezan entre las gruesas sábanas blancas. En zapatillas empiezan a llegar a la cocina tras el humeante aroma de la achicoria de café y la leche caliente de vaca.
Desde el patio se oye cómo canta el gallo levantando a las gallinas que perezosas de despluman con serias dudas de echar al vuelo o quedar aplonadas sobre el palo del gallinero. Cada día y con el mismo ritual el gallo vuelve a cantar, con su cresta roja empinada aleteando su lucido y lustroso plumaje provocando en sus hermanas gallináceas la decisión de acometer la tarea de poner un huevo.
Pepe, como lo llama su mujer, se ha enjabonado la cara. Se toma el tazón de leche con pan del día anterior y dos pastas caseras que ha cogido de la caja de hoja de lata que está encima del armario. Sale al patio y se dispone a aviar a los animales de su pequeño corral: un gallo, unas cuantas gallinas ponedoras y algunos conejos. Éstos, antes de que se hagan demasiado grandes, estarán destinados para cualquier domingo en un buen arroz, que se comerán en familia, siempre acompañados de algún rábano, unos ajos tiernos, una lechuga rizada, un buen tomate o unas aceitunas partidas. Todo de lo que cultivan en la tierra.
Una vez calzadas las botas altas de riego, puestos los pantalones viejos desgastados por el uso con algún que otro remiendo y las mangas de la camisa remangadas por el codo coge los aperos de trabajo: legón, azada y picaza. Los coloca sobre el capazo de esparto con dos asas grandes. Los llevará como de costumbre sobre su espalda ancha cuando se dirija a la huerta en la aurora del día. Todavía titilan las estrellas en el raso cielo cubierto de noche que, ya menos oscura se retira escoltada por la creciente luna que se esconde dando paso al astro sol.
Olía la huerta a grama, a tierra húmeda del riego de la mañana. Cuando al alba el huertano presto había levantado el tablacho de la acequia para que entrara en su bancal la preciada agua que regaría el pequeño huerto de árboles frutales que a manta se inundaba. Con la azada en la mano y parapetado en el quijero del brazal el hombre tranquilo con las mangas de la camisa y los camales del pantalón subidos observa la avenida del agua que llega correteando al ciruelo de rica "claudia". Se va hacia el albaricoquero mayero que ha dado sus primeros frutos para dejarle paso después sobre el manzano de variedad "verde doncella" que empieza a verdear. El agua sigue su camino quitando por último la sed al melocotón " maruja" que estará listo para el Carmen y Santiago. Más allá están los membrillos cuajados de flor. Cerca una palmera y el esbelto peretero que da "pericas" por San Juan que rechonchas amarillean en las ramas alegrándose del penúltimo remojón.
Las moreras, el nogal, el granado y el viejo olivo con tantos años, como kilos de aceitunas produce cada temporada parecen erguirse al notar cómo se filtra el agua entre sus raíces. Terminará la tanda de riego y dejará marchar el agua levantando el partidor del escorreor para el beneficio de otros huertanos que esperan su turno picaza en mano. La agradecida tierra quedará empapada, calada hasta sus entrañas. Los caracoles entonces emprenderán su enloquecida carrera al subir por los troncos de estos ricos frutales que huyendo del agua dejan su huella color plata en los lomos de los árboles.
Piensa el huertano: "Ésta será la tarea de mañana", interrumpir el camino de los caracoles hacia las ramas que ignorantes dañaran la fruta que madura temprana. Irán a la olla para comer durante días harina blanca que limpien sus tripas de hojas tiernas y necesarias de esos árboles que en fila militar han tomado como campo de batalla.
Ya la tierra habría aplacado su sed con este riego y la jornada de labor había llegaba a su fin. El hombre, paciente, mira su huerto repleto de frutos, limpio de hierbajos y matujos; los ha quitado con la azada y la picaza con cuidado y esmero como su mejor bien. Se seca el sudor que le ha provocado el sombrero que lo protege del sol, se lava las manos y enjuaga el legón en el brazal. Después contempla la riqueza que posee y la sabiduría de la naturaleza; recoge los aperos de labor y se va hacia su casa.
Llega la tarde y la noche más esperada. En la huerta se paladea el humo de troncos y ramas, se huele a alfalfa "mora" y a "yerba cristiana"; se escucha el croar de las ranas, el canto de los grillos y el crepitar de las luciérnagas mezclándose con la conversación distendida y amena de los vecinos que sentados en sillas de enea en la puerta de sus casas refrescan su cansado cuerpo después de la rigurosa jornada.
Al final del carril ya está la hoguera prendida. Los jóvenes y los niños se arremolinan cerca de ella; los mayores expectantes recuerdan cuando lo eran. La huerta sigue oliendo a jazmín, a alábega, a fruta fresca y madura como sólo esta tierra sabe dar si la miman con las manos.
Mirando alrededor se impone la luz y la magia de las lenguas de fuego de las hogueras sobre la oscuridad. Es la noche de San Juan, la más corta del solsticio de verano, noche de sueños inventados, de deseos de colores y promesas hechas bajo el influjo del fuego fatuo.
Suena el despertador como si fuera un trueno. Son las siete de la mañana. Me levanto me asomo por la ventana como todos los días. Un sol anaranjado me encandila. No se huele a humo; tampoco se oyen las ranas. Veo un huerto de grúas y los huertanos dentro de sus casas.

8 comentarios:

  1. QUE HERMOSO RELATO PARA LA NOCHE DE SAN JUAN!!!!!!!!!!!!!! UNA DESCRIPCIÓN HERMOSA!!!!!!!!! ES COM ESTAR VIVIENDOLA Y RECORNADO OTROS TIEMPOS! BESITOS

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  2. ¿Es un relato, o es un cuento?..Se admiten opiniones...Lo escribí hace tiempo y hoy lo traigo aquí..hoy que es la "noche de San Juan"...Besicos aserrí, aserrán...

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  3. Que precioso cuento me ha encantado! Un besico.

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  4. Es una estampa, quizás un ensayo del tipo que cultivaba Azorín en "Los pueblos" o en "Una ciudad y un balcón".
    Yo no he conocido tan detenidamente la huerta. Mi experiencia huertana se limita a los naranjos que hay en la Plaza de la cruz y a los que había hace muchos años cerca de Alfonso X...Desde que llegué a la Vega Baja sí he visto huerta. En la estampa que pintas todo está tan detallado que verdaderamente "se ve" como si se tuviera delante de los ojos.
    Mi padre se llamaba Juan, hoy era día grande en mi casa.
    En Alicante Les fogueres, la nit del foc. MI hijo Juan fue ayer a verlas.

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  5. Como dice Rosa, quizás se parezca más a una estampa, aunque yo le llamaría cuadro, como les llamaron a estas descripciones los románticos, cuadros costumbristas, aunque no coincide del todo. Cuento no parece tampoco del todo, porque la anécdota, mínima, que aparece al final no da para cuento, no resulta cuento a partir de su estructura; quizás relato sería más adecuado, pues relato es una mínima anécdota o pequeña narración que soporta una descripción recreada y morosa sobre un ambiente o un personaje. Si lo vemos así, coincide bastante. Más que Azorín, yo recordaría a Miró, que con un lenguaje más refinado aún, creó estas imágenes en sus libros. Pero de verdad lo que pienso es que la cuestión de los géneros es sólo un intento de taxonomía, una prueba continua de organizar las elaboraciones literarias de los seres humanos, y casi siempre hay algo que se escapa. Llámale como quieras.

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  6. bajo mi modesta opinión de lector creo que es un híbrido porque empiezas como un relato (el principio es muy abierto, parece que son varias historias sobre los habitantes de una pedanía de la huerta, no parece tener una unidad argumental clara) para después pasar a ESTAMPA huertana, en la que lo que importa es la descripción (interesante por cierto) costumbrista, para después acabar como un cuento en el que el protagonista es el huertano, en el que sólo existe una historia que acaba, se podría decir que cerrada que la redondeas porque todo es un sueño. E incluso si me apuras más, lo del final me parece ya un microrelato si lo diseccionas del resto (desde la hoguera de san juan hasta que se despierta)
    Pero bueno, no me hagas mucho caso, nunca le presto atención a Isabelle cuando se pone con esas disquisiciones, lo mejor es no catalogar
    besicos, si quereis quedamos una tarde de estas, aunque yo me voy a londres el 1, y vuelvo ya en septiembre... ya te contaré

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  7. ... y al despertar de aquel sueño de acequias de plata, vio la sequedad agostada en el antiguo jardín. Se dió la vuelta, y antes de volverse a dormir, le dijo a la mujer: "no me despiertes, nena, que tengo que terminnar de regar la alfalfa".

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  8. creo que los niños de murcia deberian de aprender como era su tierra antes de los edificios las gruas y los jardines sin árboles.

    javi.

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