sábado, 30 de julio de 2011
jueves, 28 de julio de 2011
SE ENCONTRÓ
Se encontró de pronto como una peonza dando vueltas entre aquellas que se le escapaban por la puerta trasera. Las palabras olvidadas le rondaban sobre las orejas, pero no las podía sujetar con el sentido del oído, mientras los ojos, intentaban retener el significado; otras las más usadas abrieron una puerta que llevaba a otra estancia y esperaron pacientemente su turno.
En el callejón de la esquina había un contenedor de basura que emitía sonidos con silabas susurrantes, que, desesperadas habían ido a parar allí.
No entendía lo que le estaba pasando, jamás se había sentido así. Abrió una ventana de cristales viejos, enormes, sucios, abandonados; asomó la cara para respirar aire fresco y sintió que se las arrebataban de un tirón. Se quedó parada mirando a la calle e intentó tranquilizarse, utilizó aquello que tanto hacía de pequeña cuando paseaba con su padre por la vieja ciudad de su infancia; no era otra cosa que leer, leer, cualquier letrero que encontrara: de un comercio o un anuncio de cualquier festejo. No era su ciudad como las de ahora, donde la información es abundante y compleja llena de estridentes carteles que te hablan de todo.
Una vez serena se sentó en un sillón, abrió su libreta y empezó de nuevo a escribir. Las palabras iban aumentando sobre el cuaderno como gotas de lluvia que arrecia sobre el suelo, así con su cuaderno en la mano, pasaba las hojas llenas de sentido. Todo era apacible, sereno. No levantaba la cabeza de aquel papel de colores unido por una espiral de alambre, una cosa tan sencilla le hacía sentirse bien. No se necesita tanto para ser feliz.
miércoles, 27 de julio de 2011
NO SON MÍAS...
UN DÍA DE LEVANTE
lunes, 25 de julio de 2011
QUIERO
Y escribo, escribo, escribo
ideas cuesta arriba que llegan de solares vacios, yermos de palabras sin expresión. Dolorida.
Quiero ser otro día la gaviota que se balancea por el aire de los mares,
sólo aparecen en cabezas despejadas y se llevan las ramas que no valen.
Y escribo, escribo, escribo
palabras que encuentro en caminos andados, llenos, fértiles de ideas con expresión. Alegría.
Quiero ser otro día, la flor que sobre la mesilla perfume el aire de la casa,
sólo llegan agotadas por las prisas y quedan muertas las semillas.
Y escribo, escribo, escribo.
sábado, 23 de julio de 2011
LOS PROTAGONISTAS
Brillan monedas oxidadas, Eduardo Zúñiga La bicicleta estática, Sergi Pamiés
La vida en minúscula, Alfred Polgar Espera la primavera, Bandini. Jhon Fante
Grandes esperanzas. Charles Dickens Tea-Bag. Henning Mankell
miércoles, 20 de julio de 2011
NOCTURNO
lunes, 18 de julio de 2011
TRAVESÍA
sábado, 16 de julio de 2011
MESAS VACÍAS
Por qué, si todas las mesas de la terraza están vacías, siempre hay alguien que llega y se sienta justo al lado de la única mesa ocupada. En ella está esa mujer que toma café con hielo, lee un libro y de vez en cuando sólo mira al mar, desde la terraza del Balneario.
Hoy, se han acomodado bien pegaditos a ella una pareja: él prejubilado de una entidad bancaria. Presume de su situación, habla de la crisis económica con el camarero y músico a tiempo parcial. Le cuenta que cuando él era joven, trabajaba en el cine de verano de la localidad. “Había dos cines con programa doble –películas de estreno- cuando terminaba la primera salía en la bici con el rollo hasta el otro cine. Me traía la segunda, que en el otro había sido la sesión primera. Así todas las noches. Yo era primo del dueño del cine. Hacía esto y veía la proyección gratis, esa era mi recompensa”. Al camero lo llaman de otra mesa. Se va eludiendo el compromiso de tener que hablar de la crisis, aludiendo a su obligación.
Han llegado otros que ocupan una mesa más lejana. Ella siempre aprovecha para hablar por el móvil –vienen a diario- una y otra vez. Él fuma un gran puro y se tomará una manzanilla con whisky. Con voz aguda y rajada se oye, “camarero, un Maui como todos los días. Ya viene. Antes de llegar con la taza humeante, ella ya está hablando, debe ser la hora de la tarifa plana. Hoy como el viento lleva otra dirección, no se oye lo que habla ni con quién.
Mientras, la mujer del prejubilado se ha ido a darse un baño, después de tomarse un café con leche calentito. El marido se ha quedado haciendo el sudoku de un periódico con nombre de las primeras letras del abecedario. Parece que no le cuesta mucho trabajo, a pesar de haberle confesado a su señora que lo hará a tientas, pues se ha dejado las gafas en casa. Será que los números se le dan bien, ahí está, escudriñando operaciones. Ella como una sirena, alza un brazo y lo saluda con mucho amor. Él se da la vuelta con gesto despistado y sigue con la prueba del nueve.
Con vestido de rayas azul marino y alpargatas rojas, la mujer que lee sigue ensimismada en la lectura; conversando con los personajes de la novela de forma que, la coloquial charla de alrededor no le haga perder el hilo de la trama. Se toma el último sorbo de café y enciende un cigarrillo, observa las mesas vacías, las cuenta: una, dos, tres… hasta cincuenta. Y se pregunta esbozando una sonrisa acompañada de un gesto ceñudo: “qué misterio tendrá, sí todas las mesas están desocupadas, por qué todos nos sentamos unos tan cerca de los otros"