LA
OTRA ORILLA
Dicen
los que lo conocen, que hablaba y reía con los ojos llenos de luz, que su
sonrisa les cautivó y que su cara de agradecimiento era inenarrable. Sus ojos
brillaban bajo la manta que le echaron
sobre su espalda ancha y asustada por el frío de unas aguas cálidas, casi
siempre, que fueron su compañía durante una noche entera. Said llegó a la costa
del Mar de Alborán un día a finales de septiembre hace unos años; en la
amanecida de una madrugada de trágica tormenta. Sólo tenía dieciséis años,
bastantes menos que los que venían con él. Ellos no cumplirían ninguno más.
Después de un sábado de fiesta y
botellón a la orilla de la playa, Jorge,
Pablo, Marisol, y Ana seguían bajo la
noche de cielo raso y aguas plateadas de una mar tranquila. Tenían como costumbre
terminar allí hablando de sus cosas, de la música que se habían bajado de
internet, de los trabajos del Instituto, de los amores y amoríos, de las notas
y de los padres. En aquella playa de un pueblo entre turístico y pesquero,
llena de piedras negras. Allí ponían el final, allí llegaban cada fin de fiesta
a la madrugada del día siguiente cuando
el sol aparecía en el horizonte limpio y firme; entonces se retiraban a sus
casas.
Ese día fue diferente, porque entre
risas y carcajadas de pronto todos hicieron
silencio. De la oscuridad al claro del día oyeron un gemido, un grito
seco que ellos no habían pronunciado. Se quedaron atentos para lograr saber de
dónde provenía.
Se pusieron en pie y miraron alrededor;
no había nadie. Con pasos temblorosos se acercaron hasta la orilla donde el agua
llegaba en su remanso. De nuevo escucharon palabras que no entendían. Se
volvieron a acercar, al ver entre las sombras que la estela del agua dejaba un
cuerpo que se movía arrastrándose con poca fuerza como unos brazos largos se erguían
jaleando las manos.
-Said, Said… Soy Said. Vengo a vivir...
sueño. Agua, mucha agua…frío…
Como pudieron le ayudaron a salir hasta
llegar debajo de un chiringuito cercano y le dieron un poco de agua. Ana se
acordó que en el coche tenían una manta y salió corriendo por ella. Jorge le
preguntaba qué cómo había llegado, sí venía solo. Marisol quería llamar a
Salvamento Marítimo, -no la dejaron- y Pablo se quitó los pantalones, más o
menos era de su estatura, y se los hizo poner. Se quedaron con él hasta que
entró un poco en calor de la misma manera que entraba el nuevo día. Antes que
tomaran ninguna decisión, la playa, el puerto y todo el pueblo despertó al
ruido de las sirenas de la Cruz Roja del Mar, Salvamento Marítimo y la Guardia
Civil. Una embarcación ruinosa había sido encontrada en una cala cercana,
también algunos cuerpos de otros que
querían encontrar esa forma de vivir distinta a la que conocían y sólo
encontraron el mal sueño del que nunca se vuelve. El de la muerte.
Said fue trasladado a una unidad de
primeros auxilios. El grupo de amigos contó a las autoridades lo sucedido.
Durante la mañana, llegaron más cuerpos a la orilla de una playa triste de
aguas mansas, de un sol tenue como que parecía haberse puesto de luto por tanta
e injusta muerte.
El silencio del mar y el de la gente
que se había arremolinado para mirar, sólo era alterado por el sonido irritante
del helicóptero que buscaba en el mar lo que nadie deseaba encontrar. Ya
era demasiado penoso y amargo el panorama
para un pueblo tranquilo, que no sabía de estos hechos, más que los oídos,
vistos y leídos en los medios de comunicación. Fue la primera llegada del
tormentoso e inhumano migrar de personas que se atreven a cruzar un mar que
parece clemente y piadoso pero que juega con los sueños de muchos, convirtiendo
en trágica la travesía, terminado en
luctuosas y dramáticas las expectativas de aquellos que quieren verlo hecho
realidad; pasando de un color soñado y deseado a un dolor extremo y no imaginado
para muchos de ellos, como les ocurrió a
los que acompañaban a Said. Resultaron ser veintinueve de los cuales
seis eran mujeres, dos de ellas embarazadas.
Said era marroquí. Al ser menor de edad
fue trasladado a una casa de acogida, como era joven y fuerte su recuperación
fue rápida. Aprendió a leer y escribir y se relacionaba con todos los del
hogar. Asimilaba rápido todo con gran avidez.
Le gustaba jugar al futbol su equipo
era catalán, en la televisión de su país había visto muchos partidos. Los
cuatro amigos iban casi todos los domingos a verlo y Said se ponía muy
contento.
El grupo de los cuatro habían contado
en sus casas todo lo ocurrido; sus padres, gente del pueblo que se dedicaban a la hostelería, la pesca, otros
eran funcionarios del ayuntamiento;
todos estaban contentos con la solidaridad mostrada con aquel muchacho, y
fomentaban lo que sus hijos hacían.
Al cabo de dos años Said tenía que abandonar
el centro de menores, gracias a su buen rendimiento, pronto encontró trabajo.
El padre de Jorge tenía un restaurante en el paseo de la playa y lo contrató
como camarero para la terraza. Said, sabía francés, árabe y ahora español.
Mariano que regentaba este establecimiento heredado de su padre, encontró a la
persona idónea para atender al turismo en esta zona costera del sur español. En
plena temporada de verano anda con cien ojos y sirve las mesas con mucha
maestría, con un gran desparpajo. Es un joven alegre y agradecido.
Said no sólo se dedica a servir
mesas, está matriculado en un módulo de
hostelería que imparten en el Instituto al que van sus amigos. Ha ido dos veces
a ver a su familia que sólo son: su abuela y una tía que la cuida. Aprovecha la
visita para llevarles unos euros, los pocos que le sobran. Ellas lo reciben con
alegría y gratitud.
Ahora, ya tiene nacionalidad española,
hace unos meses que está muy feliz. También está enamorado y trabaja mucho para
tener como él dice: “mujer” Consiguió su sueño a este lado. Siempre, siempre a finales de septiembre baja
a la playa de las piedras negras y se sienta sobre ellas. Recoge y apila
veintinueve de distinto tamaño y con una pausa entre cada una de ellas las va
arrojando al mar lo más lejos que puede.
Parece que nombra a sus compañeros, o
que reza por ellos al dios que rige los mares, que de manera injusta, rompe los
sueños de los que encandilados por atractivos colores luminosos intentan en
vano llegar a la otra orilla. La de los sueños.
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SEGUNDO
PREMIO en el XVIII Certamen Literario “Poesía y Narrativa”
Modalidad Relato
Corto. Convocado por el Centro de la Mujer de Guadalupe (Murcia).
Fallado en
marzo de 2011
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Un día en Garrucha (Almería) en un restaurante nos atendió Said, hablando con él le pedí que me escribiera su nombre, no me contó cómo fue su llegada, yo la imaginé así.
Hace unos días me entregaron el libro. Ahora que las musas me tienen abandonada, las he visto tumbadas en la arena tomando el sol, os iré dejando algunas "perlicas" premiadas.
Esta entrada se la dedico a un amigo que dibuja sueños,
lo podéis visitar aquí: Juanlu
lo podéis visitar aquí: Juanlu
A Mª de la O Guillén por haberme hecho llegar el libro
¡Gracias escritora!
Puede que haya quedado un poco largo para leer, pero no quería publicarlo en varios días...
ResponderEliminarEspero que os guste.
Hermoso cuento, Cabopá. Por la esperanza de la que habla a pesar de las desgracias, por la solidaridad que muestra, la gratitud y alegría. Enhorabuena por el premio, por el libro y por tus cálidas letras.
ResponderEliminarUn abrazo para ti, y otro abrazo para Juanlu. Tú pones palabras a los sueños, él los dibuja.
Lo primero ¡¡enhorabuena!!, no sabía nada de este premio, pero te lanzo un saquito de felicitaciones tejidas con lana de colores.
ResponderEliminarCuando llegue a casa te leeré el relato que ahora no tengo tiempo, ¡y volveré!.
Un besote.
Y es que como suele decirse pareciera ser más real lo imaginado que lo vivido, que lo ocurrido. Esta narración lo demuestra. Texto esperanzador y gratificante a pesar de la tragedia que lo generó y envuelve.
ResponderEliminarMuchas felicidades, Cabopá!!!
ResponderEliminarY este cuento tan luminoso, aun cuando podría no serlo, este cuento que elige la esperanza, se merece tanto el premio como la publicación
A disfrutarlo
Un beso enorme
Me encanta este tipo de perlicas... La historia de Said acaba bien, lo cual es una patente de que estas cosas no siempre acaban mal. Es lo que suele suceder, por desgracia. Por un lado la desprotección de aquí (y ahora más, sin dinero para ayudar a la integración) y por otro los grupos dudosos que envuelven a estos muchachos, en las redes de los cuales acaban cayendo muchos... Se entiende, cuando no hay entorno propicio, cualquier cosa es entorno.
ResponderEliminarUn Said que acaba bien nos señala el camino a seguir, pienso yo.
Como nieto e hijo de emigrantes y emigrante a mi vez, este relato me ha llegado al corazón, Cabopá. Hoy prefiero decir sólo esto y no ir más allá.
ResponderEliminarMe he emocionado.
Un abrazo,
Hola Capobá.
ResponderEliminarUn relato lleno de ternura.
Sabes me ha encantado, yo tengo contacto con muchas personas inmigrantes a través de Cáritas.
Ojalá todos tuvieran la suerte del protagonista de tu historia
He de decirte que vengo del blog de Rosario, aunque a veces veo tus comentarios en el blog de Rosa.
Un abrazo desde Valencia, Montserrat
Carmen, las musas no te tienen abandonada... ¡eso es imposible!
ResponderEliminarEres de nota, por eso el relato ha obtenido el segundo premio...¡NADA MENOS!
Con lo dificil que es ganar un concurso...
Said ha tenido mucha suerte, tú, has embellecido su sueño.
Un abrazo fuerte amiga, desde mi Librillo.
Un relato muy bueno, Cabopá. Solidario y bien escrito. ¡Enhorabuena por ese premio!
ResponderEliminarSaid cumplió su sueño, pero cuántos se quedan en el mar, cuántos. Una situación que he vivido de cerca, por los casi cuatro años que pasé en el Estrecho de Gibraltar. Por eso, soy muy sensible a este tema: me conmueve profundamente, porque he visto pateras reventadas, cuerpos flotando... No sigo.
Un beso y feliz verano.
Glup! me quedo sin palabras...muchísimas gracias por la dedicatoria y sobre todo enhorabuena por el premio y el libro.
ResponderEliminarLanzo piedras junto a Said, soñando que sean las últimas.
Besazo!!
Qué historia tan hermosa, Cabopá. Ojalá la actitud y la voluntad de ese pueblo que has dibujado se hiciera real y se extendiera a todo el país.
ResponderEliminarFelicidades por el premio, aunque sea tarde, y por la publicación.
Un abrazo, murcianica.
De sequía tu?? No sé no sé.
ResponderEliminarQué te guardas "perlicas" premiadas??? Jo qué tramposa y jo que bien, para los dos.
En cuanto al micro largo, mejor mucho mejor de una pieza.
Felicidades, en cualquier caso.
Un beso, Luisa
Esta historia ya la conocìa porque tu me la diste en un hermoso librito con hermosas historias.Eres buena en todo.Besicos de tu madrileña amiga
ResponderEliminarEnhorabuena, Carmencica. Sigue así, que eres un crack. Ya verás como los premios irán llenando poco a poco las estanterías de tu casa y las páginas de los libros.
ResponderEliminarUn abrazo dulce
Me ha encantado, Carmen. Enhorabuena por el premio! Un beso.
ResponderEliminarFrancesc Barberá
Me llenó muchisimo.Enhorabuena por tu premio.
ResponderEliminarNunca olvido a estas personas....
Te mereces mas premios.
Achuchones
Un relato muy emotivo, Capobá. Lleno de empatía y solidaridad, sentimientos que deberían abundar más en este mundo.
ResponderEliminarFelicidades por el premio, es un premio dado a un relato escrito para aprender a entender a otros.
Besitos
Carmen ceo que mi Librillo está correcto, pues tengo tres comentarios y si no no se podría...
ResponderEliminarDe todas formas mira y luego me avisas
Un abrazo fuerte amiga desde mi Librillo.
Felicidades por el premio!
ResponderEliminarMe ha gustado mucho :)
Un abrazo,
Nicolás
Se me ha quedado la palabra gratitud, no dice (me ha parecido) ni a nada ni a nadie, solo eso: gratitud. "Na menos"
ResponderEliminarTriste realidad que has imaginado y narrado muy objetivamente sin intentar convencer: solo contar. Enhorabuena por el premio. No es lo mismo que te lo cuenten que vivirlo, pero las noticias en las televisiones pasan entre cucharadas y no de digieren. Por todo ello, cada vez que veamos a un emigrante debemos montar con él en la patera de la amistad y comprensión. Venga, Carmen, a seguir escribiendo. Nos leemos.
ResponderEliminarMe ha emocionado hasta las lágrimas.
ResponderEliminarSuerte a said.
Un abrazo para ti.