Sólo con escuchar esa palabra
el corazón se llena de música.
Sereno el mar, en la orilla,
placenteras, las pisadas por la arena.
Perdiendo tu sombra se prolonga
la imagen, se guarda en el recuerdo,
de aquellos días de febrero.
No retornan las palabras sus sones,
ni los turbios ruidos del silencio.
Viajan juntos: la luz y el equipaje,
de añejos sentimientos destruidos.
Tan largo viaje emprendido, sin
cortar las ramas de los árboles.
Qué necesarias están, en nuestra
última casa dorada.
Necesitaré por ello pensar en algo.