La cabeza no para. Dice, una señora a su amiga y compañera de baño. Están sentadas en la terraza del Balneario. Han quedado para tomar un café y contarse sus cosas.
La más joven habla de las enfermedades de sus padres, como si las llevara en el cuaderno del haber. Habla de meses, días, horas de hospitales. “Tuvimos la gran suerte de llegar a tiempo… Y dar con un buen médico….
La señora del Balneario le cuenta de sus hijas, de sus nietos:
-La que me ha llamado vive en Valencia y se va con sus hijos a Nueva York. Al contrario que la otra me llama todos los días. Se preocupa. Llama a Alejandra…sabes, es la que me cuida, a mí y a la casa.
-Pues mi madre, la operaron de un tumor cerebral, pero está bien. Yo estoy aquí con ellos. Le dice la más joven.
-Mi otra hija es madre soltera; su hijo está en Canadá. Trabaja mucho. Estuvo aquí el domingo; me sorprende siempre, viene cuando quiere. Yo aquí, descansando y tomando los baños. Me viene muy bien, paso el invierno sin enterarme… Es actriz de teatro. Vive en Cartagena, donde vivo yo. Cada una en su casa.
-Yo tengo dos hijos, Mi marido me dejó por otra cuando eran pequeños, ahora ya son independientes y viven su vida. Me dedico a cuidar a mis padres, durante mis vacaciones…Cuando vuelva a Madrid tengo que volver al trabajo, entonces se me multiplica por tres…Si no fuera por estos bañitos.
-Ignacio, es mi hijo, es médico. Ha vivido muchos años en Alemania. No para, tiene tres hijas guapísimas. Las veo poco, están estudiando fuera… su madre tienen un negocio y no tiene tiempo para nada que no sea el trabajo…Dicen que tienen muchos gastos…Claro, con ese chalet tan grande con parcela y piscina. Muchas fiestas, muchos amigos. Yo me vengo aquí todos los años desde que enviudé…Siempre me llaman. No me dejan sola, se interesan por mí.
Ambas señoras siguen y siguen contándose sus vidas. Parece una relación de verano, una amistad sin intereses. Sólo y exclusivamente se hacen compañía. Una en su soledad buscada, la otra en su soledad encontrada.
-Mis hijos viven con sus parejas, en Santander uno y el otro en Barcelona. Así que yo en Madrid sola qué hago…cuando llega el verano con mis padres junto al mar. Me dedico a ellos, a la cocina, a la compra y a mis paseos solitarios por la orilla. Ahora parece que ha abierto el cuaderno del debe. La señora mayor la mira con ternura, cuando suena de nuevo el teléfono móvil.
Hola Ignacio. Oye, sabes, me faltan medicinas. Sí, estoy muy bien. Tú tranquilo…sí, cuando puedas vienes.
Si tienes lápiz y papel te hago un pedido:
-para los dolores
-para la inflamación de la pierna
-una caja de tres tubos de esos para los huesos
- las de la circulación
- las del reúma
¡Ah! y el protector para el estómago…Ya sabes, ese que viene en frasquitos…el otro no, es muy incomodo.
Adiós, adiós hijo…Te quiero mucho…Adiós.
Una vez perdido el interés de lo que estaba leyendo pegué la oreja...La más joven habla de las enfermedades de sus padres, como si las llevara en el cuaderno del haber. Habla de meses, días, horas de hospitales. “Tuvimos la gran suerte de llegar a tiempo… Y dar con un buen médico….
La señora del Balneario le cuenta de sus hijas, de sus nietos:
-La que me ha llamado vive en Valencia y se va con sus hijos a Nueva York. Al contrario que la otra me llama todos los días. Se preocupa. Llama a Alejandra…sabes, es la que me cuida, a mí y a la casa.
-Pues mi madre, la operaron de un tumor cerebral, pero está bien. Yo estoy aquí con ellos. Le dice la más joven.
-Mi otra hija es madre soltera; su hijo está en Canadá. Trabaja mucho. Estuvo aquí el domingo; me sorprende siempre, viene cuando quiere. Yo aquí, descansando y tomando los baños. Me viene muy bien, paso el invierno sin enterarme… Es actriz de teatro. Vive en Cartagena, donde vivo yo. Cada una en su casa.
-Yo tengo dos hijos, Mi marido me dejó por otra cuando eran pequeños, ahora ya son independientes y viven su vida. Me dedico a cuidar a mis padres, durante mis vacaciones…Cuando vuelva a Madrid tengo que volver al trabajo, entonces se me multiplica por tres…Si no fuera por estos bañitos.
-Ignacio, es mi hijo, es médico. Ha vivido muchos años en Alemania. No para, tiene tres hijas guapísimas. Las veo poco, están estudiando fuera… su madre tienen un negocio y no tiene tiempo para nada que no sea el trabajo…Dicen que tienen muchos gastos…Claro, con ese chalet tan grande con parcela y piscina. Muchas fiestas, muchos amigos. Yo me vengo aquí todos los años desde que enviudé…Siempre me llaman. No me dejan sola, se interesan por mí.
Ambas señoras siguen y siguen contándose sus vidas. Parece una relación de verano, una amistad sin intereses. Sólo y exclusivamente se hacen compañía. Una en su soledad buscada, la otra en su soledad encontrada.
-Mis hijos viven con sus parejas, en Santander uno y el otro en Barcelona. Así que yo en Madrid sola qué hago…cuando llega el verano con mis padres junto al mar. Me dedico a ellos, a la cocina, a la compra y a mis paseos solitarios por la orilla. Ahora parece que ha abierto el cuaderno del debe. La señora mayor la mira con ternura, cuando suena de nuevo el teléfono móvil.
Hola Ignacio. Oye, sabes, me faltan medicinas. Sí, estoy muy bien. Tú tranquilo…sí, cuando puedas vienes.
Si tienes lápiz y papel te hago un pedido:
-para los dolores
-para la inflamación de la pierna
-una caja de tres tubos de esos para los huesos
- las de la circulación
- las del reúma
¡Ah! y el protector para el estómago…Ya sabes, ese que viene en frasquitos…el otro no, es muy incomodo.
Adiós, adiós hijo…Te quiero mucho…Adiós.
Más, que menos el encuentro y la charla fue así.